Ritmos fin de siglo
Se ha dicho de Stomp que es un espectáculo inclasificable. Después de nueve años de correr plazas como Nueva York, Londres, Sidney y Hong Kong, su inaudita mezcla de danza, rock y teatro sin palabras sigue sorprendiendo. Es, como mínimo, un montaje diferente en su planteamiento. Sus intérpretes -actores, músicos y bailarines a partes iguales- rezuman energía y reparten estopa sin parar, del primer al último minuto. Su extenuante y pegadiza tarea consiste en crear ritmos a base de la percusión de objetos cotidianos -bidones, escobas o cajas de cerillas- en una precisa mezcla de coreografía e improvisación que dura entre 90 y 100 minutos. Y su indumentaria, así como la escenografía, recuerda al espectador que se encuentra ante una obra eminentemente urbana: vestidos con camisetas de tirantes y botas militares, los actores-músicos-bailarines se pasean entre andamios, fragmentos de vehículos y señales de tráfico. El invento, estrenado en el Festival de Edimburgo en 1991, recaló por primera vez en Barcelona en septiembre de 1997. Dos años después, el teatro Victòria (avenida del Paral.lel, 67) abre hoy su temporada con los golpes frenéticos del espectáculo creado por dos británicos, Luke Cresswell y Steve McNicholas. Dos artistas que fueron en su día miembros de un grupo de teatro en las calles de Brighton. De esa experiencia aprendieron, sin duda, el modo de reemplazar la palabra por la comunicación sensitiva del ritmo. El espectáculo, que se enmarca en la gira española del grupo, permanecerá en el teatro barcelonés hasta el 3 de octubre.
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