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Reportaje:

La conexión rumana

Rumanía, con sus leyendas de condes chupasangres y tan solo una pequeña linde oriental volcada sobre el Mar Muerto no debería tener a priori mucho que ver con los cálidos puertos mediterráneos de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, la jugadora de balonmano Mihaela Ciobanu nota "una conexión" que no sabe precisar, aunque cree que va más allá del idioma (Rumanía es el único país no católico cuya lengua es de origen latino). "Como jugadora de la selección rumana viajé por casi toda Europa y encontré a los nórdicos demasiado fríos y rectos", cuenta. "Cuando me ofrecieron jugar en el Mar Alicante pensé que vivir en un sitio latino me ayudaría mucho", añade. Todo parece indicar que tenía razón pues, aparte de a la familia y a los amigos, asegura que no hay nada de su país que eche de menos. Mihaela está encantada con la Comunidad Valenciana y los valencianos. "No hay nada que no me guste", asegura, a punto de cumplir su segundo año de residencia en Alicante. Mihaela va aprendiendo poco a poco tanto el idioma como a conocer qué se cuece en la Comunidad Valenciana. "Me interesa todo, estoy abierta a aprender muchas cosas", destaca, y señala que escucha puntualmente los informativos "para saber del mundo". Pero hay una cosa que ya conoce del carácter español con respecto a su profesión. En Rumanía, si eliges ser deportista, debes dedicarte de lleno. "Allí no se puede jugar al balonmano y trabajar a la vez", asegura. Le sorprende, por tanto, que su equipo sólo realice un entrenamiento diario y que algunas de sus compañeras se lo salten con la excusa de que tienen que estudiar u otras obligaciones. "Allí el deporte es lo primordial y después están la familia y los amigos", señala. "Yo estoy acostumbrada a realizar dos entrenamientos al día y por eso me preparo por mi cuenta", dice. Mihaela ha visitado otras partes de España como Santander, León, San Sebastián, Canarias... y nota diferencias. "Cada ciudad tiene su propia belleza", reflexiona, y, sí, observa que "la gente del norte es un poco más fría que la de aquí". Una curiosidad: en Rumanía no hay horario de comidas. Se come poco a poco a lo largo del día. Mihaela volvió a Rumanía con el estómago adaptado al horario español y le decía a su madre que era la hora de comer. La mujer, claro, no entendía nada. Lo que más le gusta. "Las personas, porque son muy abiertas y siempre están disponibles si quieres hablar con ellas", dice y, genéricamente, destaca que le atrae "la mentalidad y la forma de ser" de los valencianos. Principales diferencias con Rumanía. La libertad. Mihaela destaca que, como consecuencia de la amplia libertad de expresión que existe aquí, las personas se comportan y piensan también de una forma mucho más libre que los rumanos. Lo que más le sorprendió al llegar. La proliferación de festividades. "Me extrañó que hubieran tantas fiestas populares en comparación con Rumanía", señala. Pero le gustan y tiene interés por conocerlas. Este año se perdió Les Fogueres de Sant Joan porque finales de junio fue el único momento que tuvo para visitar a sus familiares en Rumanía. El año que viene se las ingeniará para ver arder los monumentos de madera y cartón. Así nos ve. Es prudente. Advierte que no conoce lo suficiente a los valencianos como para emitir un juicio. Sí nos considera amables y solícitos.

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