Soria, sudor alegre
Durante las dos horas del maratón en los bares de la ciudad sólo se apostaba por la victoria de Abel
Era media tarde del miércoles y la ciudad no estaba parada, sino tranquila, estaba en la calle, pero mirando los televisores que los bares tenían en una carrera. Corría Fermín Cacho en la final de los 1.500 metros del Campeonato del Mundo de Atletismo, y se esperaba una nueva hazaña del agredeño que ya logró el oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona, en 1992, pero se quedó sin medalla. Toda Soria sabía, sin embargo, que existía una segunda oportunidad. Abel Antón Rodrigo, de 36 años, el atleta de Ojuel, adoptivo de Tardelcuende y de la capital, Soria, donde reside, era una apuesta firme. La esperanza seguía en Sevilla, y su familia la sentía con él en la capital andaluza: su esposa, Belén, y su hija mayor, Tatiana, se desplazaron a la sede del Campeonato del Mundo. Tatiana llegó a bailarse unas sevillanas antes de la carrera. El pequeño Daniel, nacido hace sólo cuatro meses, se quedó en Soria con los abuelos. Pero pronto sabrá que su padre es historia del atletismo mundial, dos veces campeón del mundo de maratón, el primero que consigue revalidad su título.En Soria también hacía calor. La gente estaba a la sombra de los bares, refrescando el sofoco y los nervios a ritmo de cerveza y tinto de verano. La fiesta, la carrera, comenzaba enseguida y había tiempo para vivirla. Durante las dos horas del maratón, las tertulias de los bares sólo apostaron por la victoria del de casa.
A media carrera, los parroquianos sudaban ya junto a la barra con el esfuerzo de Abel. Y más tarde, cuando el soriano alzaba los brazos en la recta final tras 42,195 kilómetros de esfuerzo, los bares atronaban de alegría. La fiesta se prolongó hasta la madrugada, se lanzaron cohetes, tocaron algunas dulzainas con los ritmos de Castilla y sonaron muchas bocinas.
Los gritos coreados continuaban cuando Abel hablaba ya por la televisión y le dedicaba el triunfo a su familia, especialmente a la pequeña Tatiana, que ya en alguna ocasión vio a su padre en el balcón del Ayuntamiento dedicando sus triunfos a sorianos y forasteros. Entonces no acababa de entender lo que sucedía. Ahora lo volverá a ver, ya mayorcita, para guardar mejor en el recuerdo la emoción.
Ayer se organizaba ya el recibimiento, habrá homenaje de la ciudad que espera con ganas ese regreso del campeón, momento que al cierre de esta edición aún no se había concretado.
Cuando Abel regrese a Soria, ese mismo día, al margen de fiestas y clamores, en la soledad del monte, o tal vez con su equipo de entrenamiento y amigos, con Enrique Pascual, Fermín Cacho y Roberto Parra, volverá a pisar fuerte la tierra del monte Valonsadero pensando que no puede perder lo que ha conseguido. Seguirá seco y fibroso, tan seco y delgado que parecerá apenas una rama que se mueve en la naturaleza. Será Abel Antón buscando un nuevo reto a sus 37 años, camino de los Juegos de Sydney.
Soria vivió con ilusión y agradecimiento la carrera. Después, en las tertulias, muchos hablaban de que el trabajo da sus frutos, de que el sufrimiento enseña y es rentable.
Las gargantas se preparan ya para el momento del homenaje que le brindará toda la ciudad.
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