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Tribuna:LA PAELLA DE LAS VANIDADES - GUILLEM MARTÍNEZ
Tribuna
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El juego de las ocho diferencias

- La ciudad de los prolijos. Martínez. Barcelona. Barcelona tiene, para un marciano, dos rarezas: a) es la mayor ciudad de izquierdas de la Península, y b) es la única ciudad del mundo mundial que habla fluidamente dos lenguas y nadie se da para el pelo por ello. Barcelona es lo contrario que Bruselas y Montreal, dos ciudades bilingües que gastan tan mal café con el tema lingüístico que lo más aconsejable es pedir el café por señas. En su informe anual sobre el estado del Planeta Tierra, a los marcianos también les llama la atención que Cataluña sea, a lo bruto y en general, una sociedad exótica en la Península. La razón: es una sociedad culturalmente protestante en pleno enclave culturalmente católico. Aquí, ganar dinero no es pecado, aunque sí que lo sea exhibirlo. Más protestantismos: cierta tendencia a defender la intimidad de la vida privada a toda costa. En ese sentido, la metáfora de Cataluña no es una sardana o una butifarra. Yo creo que es ésta: un día estaba en el aeropuerto de Barcelona y coincidí con Rociíto, que avanzaba desesperada por los pasillos, mirando hacia todas partes. Nadie le hacía caso. Era una ciudadana más. Estaba aterrorizada. Otro protestantismo extraño de esta sociedad es su carácter democrático. Cataluña es la única sociedad peninsular con una derecha democrática. Será como sea, pero la derecha catalana comparte con la izquierda un máximo común divisor democrático. Incluso lo compartió, en ocasiones, durante el Big Kahune. La izquierda catalana también tiene sus rarezas. La primera lengua peninsular a la que se tradujo Gramsci fue el catalán. Gramsci, secre del PCI cuando los trenes italianos llegaban a su hora, era un pollo fascinado por la belleza del arte clásico. Al ver que el marxismo no computaba ese input, no le echó la culpa al arte clásico, sino al marxismo. En la Península la izquierda se comporta muchas veces como si la belleza -es decir, lo contrario del dogma- fuera, snif, pecado.- Las afinidades electivas. Desde un punto de vista marciano, esta sociedad parece Jauja. Pero no es Jauja, señora. Comparte trazos del bestialismo hispano que parece unir a todas las sociedades hispanas. Por ejemplo, su cultura política. Como la mistificación del nacionalismo, algo muy peninsular por otra parte -verbigracia: si usted cree que Cataluña es el país donde a) veranea Dios, o b) donde veranea el Diablo, es que usted también es nacionalista-. Los partidos políticos tienen el mismo déficit democrático en su financiación -caso Casinos, caso Filesa-. Son también aquí la mayor agencia de colocación de la Península. Su democracia interna es de chiste norcoreano. La figura del líder carismático es la misma. No líder = no caudillo = no rosca electoral. Los programas de los partidos son tan fiables como en cualquier parte de la Península. Los programas, como en cualquier parte de la Península, suelen reducirse al carisma del líder. Los líderes también creen aquí que las instituciones que gestionan son suyas. Así, Pujol, la Gene y la Cataluña profunda -un concepto muy parecido al de la España profunda y/o al del coma profundo- se funden en uno. Así, desde 1978, en Barcelona sólo se ha presentado un candidato socialista a la alcaldía. Los demás han sido alcaldes que se presentaban a la reelección -los alcaldes de Barcelona dimiten a mitad de legislatura si tienen cartas para un póquer mejor, o si su deber se lo obliga, que es lo mismo-. - El carisma. Bueno. Preelecciones. Los dos candidatos reparten carisma, que es la epifanía democrática hispana en Marbella, Málaga o Cataluña, al parecer. Me voy a Olot, que Maragall va a ver una obra de teatro; luego se paseará por una rambla y luego cenará con la izquierda local. Olot es un enclave de la Cataluña profunda que, recientemente y sorprendentemente, ha optado por la izquierda en su alcaldía. En Olot todo el mundo habla catalán. Incluso secuestran en catalán. El catalán, por cierto, es como el castellano, o el inglés, o el chino, pero en catalán. Me armo un pitote en Olot. Llego tarde a Olot. Pregunto a algunos olotinos cómo ha ido la cosa. Me dicen que Maragall es: a) "molt simpàtic"; b) "molt seriós" -extrañamente, los puntos a) y b) son piropos en Cataluña-; c) -traduzco- "este año habrá cambio"; d) -traduzco- "¿pero ha venido Maragall?"; y e) -traduzco- "pues otro político".

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