Adelante
Los abogados ingleses de Pinochet renunciaron enseguida a defender su inocencia para centrarse en el asunto de la inmunidad diplomática. No se puede detener a un asesino múltiple en viaje oficial, vinieron a decir, mientras el público ingenuo o desinformado iba haciéndose una idea de la clase de pájaro que tenían por cliente estos señores con peluca. Ahora, el general ha contratado a un abogado español, un tal Escardó, que también tiene un gran concepto de su defendido. De hecho, empezó comparándolo con Hitler creyendo que se trataba de una excelente referencia laboral. Más tarde, al contemplar el espanto que producían sus palabras, rectificó (con gran inteligencia también, por cierto), y reconoció que Pinochet podría haberse cargado a unas tres mil personas, pero qué son tres mil personas comparadas con las estrellas de la bóveda celeste. A Escardó no le impresionaban tanto los muertos como que el asesino viviera en una casa de sólo 240 metros cuadrados en la que salía poco al jardín por el mal tiempo.Tiene que ser muy duro depender de la fama para ganarse la vida. El bufete de Escardó necesita sin duda salir en las revistas de psicópatas a cualquier precio, y el precio ahora es defender a ese individuo. Consuélese, señor abogado: muchos artistas en decadencia tienen que acudir al programa Tómbola, donde son sodomizados a la vista del público por todos sus agujeros íntimos, para poder ir a la compra al día siguiente. O para conseguir un contrato eventual en un pub de carretera. Cada profesión tiene su lado oscuro, así que nos hacemos cargo de la situación. Puede usted seguir diciendo tonterías hasta finales de septiembre. Además, todavía no ha agotado los ejemplos históricos para magnificar al general. Compárele con Jack el Destripador, con Videla, con Franco, con el marqués de Villaverde. Sobran las referencias.
Pero si le faltaran, hable con Cardenal o Fungairiño, que coleccionan cromos de matones. Nos parece muy bien, en fin, que Pinochet contrate a profesionales tan sutiles: quizá logren salvarlo por un defecto de forma o algo semejante, pero entretanto están haciendo un retrato moral de él casi perfecto. Adelante, pues.
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