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"Ésta es la era El Guerruj"

El atleta marroquí dice que en el año 2000 acabará con todos los récords del medio fondo

Carlos Arribas

Allí está. Sentado en un sofá bajo. Así, de cerca, viéndole a menos de un metro es imposible no asociarle a la veloz carrera, a la ligereza y al soplo sutil de su zancada. Así, sentado, las rodillas le pegan en el cuello. Piernas largas, tronco corto. Y potencia en los muslos. Hicham el Guerruj, el mejor atleta del Mundial, durmió anoche en el mismo hotel sevillano en el que ha instalado su campamento el equipo español. No han pasado ni 24 horas de sus extraordinarios 3.27.65, de su exhibición imborrable, de los 1.500 que pasarán a la historia al mismo nivel que los 3.32 de Sebastian Coe en Los Angeles 84, que los 3.34 de Keino en México 68 o que los 3.35 de Herb Elliot en Roma 60. Esto es el atletismo: está sentado en el vestíbulo abierto de un hotel cualquiera el mejor atleta de la década y no está acosado ni agobiado. No hay cazaautógrafos ni cámaras de televisión invadiéndole, penetrando en su intimidad. No es futbolista, no. No tiene tampoco guardaespaldas. Sólo un masajista, el mismo que la noche anterior le regó amorosamente las piernas después de la carrera con agua fresca, le acompaña. También hace de traductor: El Guerruj, nacido en Marruecos el 24 de septiembre de 1974, entiende y habla perfectamente el francés, pero antes de hablar prefiere que se lo traduzcan al marroquí y él responde en marroquí para que su masajista lo reproduzca al francés. Pero eso es sólo al principio, cuando dice frases tal como ésta:"Después de la victoria lloré. Cuando me tumbé se me escapó de la cabeza toda la presión que había vivido esta temporada. Ahora lo puedo decir, lo mismo que tras la victoria: la noche anterior apenas pude dormir. No me llegó el sueño hasta la 1.30. Tenía miedo. Tenía miedo de no ganar, de caerme, de no llegar a la meta, de no colgarme el oro".

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-¿Fue aquél, el posterior a la victoria, el momento más feliz de su vida?

-Seguro que sí. No fue comparable con ninguna otra victoria.

-¿Y eso?

-Hombre. Fue un momento mágico. Contemplé desde la victoria todo el trabajo de la temporada, la familia, las enfermedades, los días malos, el entrenamiento y todo eso.

-¿Ha reflexionado sobre el significado histórico de la carrera de Sevilla?

-Ésta es la época El Guerruj. En 1.500 cada atleta ha tenido su época. Ha habido Coe, Ovett, Auita, Morceli. Y ahora estoy yo.

-Dice Reyes Estévez que si la carrera hubiera sido normal, táctica, una carrera en 3.36 o 3.37 y no una carrera de un mitin cualquiera, con liebre y todo, otro gallo habría cantado.

Oído esto, se impacienta. No deja que su amigo se lo pase al marroquí y en un bajo francés, muy bajo, muy entre dientes, responde: "Hice la final en la semifinal. Fue entonces, en una carrera de 3.36, en la que quedé por delante de los dos españoles, Estévez y Cacho, cuando también demostré que los ganaba también en una carrera táctica. Yo habría ganado en 3.40, en 3.35 o en 3.27, como ocurrió". Y ya sigue en francés:

-Entonces, ¿por qué su compatriota Kauch marcó un ritmo de récord desde el principio?

-Yo quería hacer mi carrera y la pude hacer. Ellos quisieron hacer la suya y no pudieron. Es normal.

-Pero la victoria habría sido suya con cualquier tiempo ¿por qué, repito, se empeñó en que fuera tan rápida? ¿para dejar su impronta indeleble en los Mundiales quizás?

-No, no, fue más sencillo. Quise eliminar de entrada todos los problemas. Me acordaba demasiado bien de lo que me pasó en Atlanta , no podía permitir que se repitiera. Un tropezón era el único peligro que corría y quise eliminar todos los riesgos.

-El keniano Noah Ngeny dice que este año ha ganado usted, pero que el año 2000 será suyo.

-Ngeny es muy bueno.

-¿Puede usted bajar de su récord mundial, de los 3.26.00 que consiguió en 1998?

-Eso lo dejo para el año que viene. En lo que queda de temporada batiré los récords de 2.000 y 3.000 . Quiero tener todos los récords del mediofondo.

Si los consigue todos borrará de los libros de su país el rastro de Said Auita, el gran atleta cuya victoria en los 5.000 metros de Los Ángeles 84 cautivó tanto al niño de 10 años que era entonces El Guerruj que le forzó inmediatamente a salir a la calle a echarse a correr sin parar. También borrará la memoria de Nurredín Morceli, el atleta argelino que le precedió en el trono del mediofondo. El mismo Morceli que en la final sevillana desapareció por el foro sin hacer ruido, sin terminar siquiera la carrera, sin querer llamar la atención. "Fue un momento triste", dice profundo el marroquí. "Me habría gustado que el fin de su era hubiera sido más esplendoroso. Más simbólico. Me habría gustado que hubiera subido también al podio. De hecho, antes de salir, ya dando botes en la pista, me acerqué a él y le dije: "Nurredín, la carrera va a ser muy rápida. Tú, que este año has sido capaz de correr en 3.30 un par de veces, pégate a mí y yo te llevaré al podio. Pero no aguantó y, además, los españoles, empujados por su público, corrieron muy deprisa.

El Guerruj es marroquí. Es un héroe en su tierra. Nada más terminar su 1.500 sevillano recibió la llamada del rey Mohamed VI. "Fue emocionante", explica, "me contó por teléfono que todo el país fue a esa hora, esos tres minutos, una ciudad fantasma, que no había un alma en las calles. Así que tengo que darle las gracias, a él y a todo el pueblo marroquí que tanto me ha apoyado".

Y para devolver parte de ese aliento El Guerruj, que quería haberse ido de Sevilla enseguida, se quedó un día más. Ayer volvió al estadio. No quiso perderse la actuación de su compatriota Nezha Biduán, campeona mundial en Atenas, en la final de los 400 vallas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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