Esta vez Pujol tiene rival
En las elecciones que Jordi Pujol acaba de convocar podrá votar una generación de jóvenes que no había nacido cuando en 1980 accedió a la Presidencia de la Generalitat. Tras 19 años de tener al mismo presidente y la misma coalición en el Gobierno autonómo muchos catalanes se preguntan si habrá llegado ya la hora del cambio. Se lo preguntan tanto quienes lo desean como quienes lo temen. Con este factor juega el principal rival de Pujol, el ex alcalde de Barcelona Pasqual Maragall. Maragall había sido ya la esperanza de los socialistas durante la anterior legislatura, pero él consideró que la situación no estaba suficientemente madura como para abandonar la alcaldía y lanzarse a una batalla de resultado demasiado incierto. Ahora es distinto. En las últimas elecciones autonómicas CiU perdió 10 diputados y quedó en manos del PP, un factor que sólo quedó compensado porque seis meses después Aznar quedó en las suyas. Pero aquel resultado fue interpretado por muchos sectores como el inicio del desgaste electoral de Pujol. Durante la legislatura, que ahora Pujol ha clausurado, los elementos susceptibles de dañar electoralmente a CiU han abundado en la vida política catalana. Desde la proximidad de destacados miembros del gobierno catalán con el financiero Javier de la Rosa hasta las tentaciones de apretar las clavijas lingüísticas pasando por el pacto de apoyo mutuo entre CiU y PP, que tan poco gusta a determinadas franjas de ambas fuerzas y de sus electorados. Las todavía recientes elecciones municipales certificaron que el desgaste existe, aunque CiU sigue fuerte en sus feudos. Pero la candidatura de Maragall introduce una novedad respecto a todas las anteriores elecciones autonómicas. Y es que frente a un político de tan fuerte carisma personal como Pujol concurre esta vez otro candidato a la presidencia de la Generalitat con un probado atractivo electoral y una experiencia de gobierno altamente valorada, incluso más allá de la ciudad donde la ejerció por un período también largo: 14 años. Esto ha hecho que Maragall sea en Cataluña el político mejor valorado en todas las encuestas, por encima de Pujol, aunque estos mismos sondeos colocan a CiU por delante del PSC. Siendo candidato a alcalde recibía el apoyo regular de una franja de votantes de Barcelona que en las autonómicas se inclinaban por Pujol. De manera que en las elecciones del 17 de octubre concurren dos factores que pueden favorecer el cambio en la presidencia de la Generalitat. Uno de ellos es que el actual titular del cargo ha dado muestras de un desgaste nada sorprendente habida cuenta de su larga permanencia en el poder. Pujol y CiU se deslizan desde 1995 en una suave pendiente electoral . El otro factor es que por primera vez la alternativa está personalizada por un candidato con un pasado de ganador, y apoyada por un partido, el socialista, que en Cataluña ha ganado holgadamente a CiU las tres últimas elecciones (las legislativas de 1996 y las municipales y europeas de 1999). Aunque nunca ha ganado las autonómicas. La incógnita es, pues, si se combinarán el factor de alza electoral que Maragall aporta para los socialistas con el desgaste acumulado por las dos décadas de Pujol. Si ambos vectores se cruzan habrá cambio. Si no se cruzan habrá otros cuatro años de continuidad. Los últimos con Pujol, puesto que incluso los colaboradores del líder nacionalista han anunciado que ha llegado la hora de abordar su sucesión. Para capitalizar los deseos de cambio y para conseguir que esta vez le voten también los electores no socialistas que le apoyaron en su etapa de alcalde, Maragall ha dedicado el último año a levantar una coalición de centroizquierda y ha creado el movimiento denominado Ciutadans pel Canvi. Su objetivo confesado es trascender el ámbito electoral del PSC. Inicialmente intentó incluir en esa coalición a Iniciativa per Catalunya, pero a última hora ha debido plegarse a las exigencias del aparato del PSC, que no aceptaba una sopa de siglas de este tipo. En paralelo, Maragall ha insistido en presentarse como un político liberal afiliado a un partido socialista y no ha cesado de hacer guiños a los dos sectores del electorado con cuyo concurso confía en aumentar el caudal de votos del PSC. El de los castellanohablantes, a quienes ha dicho que su lengua es también patrimonio de Cataluña, y el del empresariado, a quien garantiza que habrá oportunidades para todos si él llega a la presidencia.
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