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FERIA DE MÁLAGA

Cuatro naturales y uno de pecho

Le aplaudieron al citar porque principios requieren las cosas, jalearon el nudo porque el argumento era emocionante y enloquecieron en el desenlace porque no se podía creer lo visto. Fueron cuatro naturales abrochados con el de pecho en el centro del ruedo. De perfil, llevando la embestida prendida de la muleta que, al arrastrarse, se desflecaba. Los más largos y lentos, la serie más grande porque era la verdad misma sin ningún atributo. Hay elaboraciones que van del clásico al barroco, pero aquello no tenía estilo ni desviación porque era el concepto mismo del toreo, era más que la pureza, más que la perfección misma: era esencia y acto, verbo del toreo.Había sido la última serie de una faena creciente en intensidad, precedida con el capote de verónicas a compás abierto y chicuelinas dejándose ser de largo. Comenzó la labor de muleta en el centro del ruedo, con ayudados del celeste imperio dejándose lamer por los pitones, perdiendo lentejuelas del bordado de la taleguilla. La geometría de José Tomás es muy fácil: de adelante hacia atrás, de arriba abajo y siempre hacia dentro. No hay más misterio que el de su propio ser. A la hora de matar, dos pinchazos arriba y estocada trasera atravesada.

Osborne / Ponce, Tomás, Morante

Seis toros de Herederos de José Luis Osborne Vázquez, con más pitones que culata, tres anovillados y los tres segundos más presentables, flojos. El 5º fue sustituido por otro de la misma ganadería.Enrique Ponce: oreja; aviso (saludos). José Tomás: aviso (oreja); aviso (saludos). Morante de la Puebla: oreja; aviso (saludos). Plaza de La Malagueta, 22 de agosto. Octava de feria, más de tres cuartos de entrada.

Vaya por delante que los toros se defendían por los pitones, que los tres primeros fueron chicos y que el segundo trató de fugarse. Tuvieron poca fuerza y los tres más grandes, menos todavía y ninguna clase. Es el material de todos los días para todos los toreros, pero es diferente según qué manos, qué cabeza o qué sentimiento. José Tomás se expone siempre a lo peor para conseguir lo mejor.

En su segundo toro nada hubo, ya que el animal no se decidió a embestir, consumiéndose en su propia impotencia a la que el torero respondió sacando lo posible de uno en uno, porque la manguera de la bravura estaba seca y sólo goteaba.

Morante de la Puebla le pidió prestado el cartucho a don Pepe Luis y sacó de dentro cuatro naturales acompasados que abrieron de forma espléndida una faena que alcanzó cotas altas, tanto que no siempre las pudo mantener. Los momentos buenos o muy buenos alternaron con otros en los que predominaban chispeantes burbujas sobre posos añejos.

En el sexto volvió a dejar constancia de que estamos ante un torero cuajado, serio y valiente, con buena cabeza que se jugó el órdago al intentar recibir.

Enrique Ponce alternó cosas muy buenas, verticalidad, economía de movimientos y gusto con el inevitable conformismo, al que sacrificó su maestría y sapiencia continua.

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