La Liga
Puesto que hoy comienza la Liga oficialmente, hoy debe de ser alguna semana de septiembre, pero como se trata efectivamente del 21 de agosto falla el sentido en todo lo demás. Durante los últimos años, asaltados por las múltiples conveniencias profanas, los santos han sido transportados de día, los grandes aniversarios se han deslizado de un domingo a un lunes, los cursos académicos han modificado su emplazamiento y su sentido y su longitud. El tiempo ha venido tratándose como una sustancia ajustable a los intereses de las instituciones, de las inversiones y no como una intangible obra de la Creación. Algo tan sagrado como el tiempo ha cambiado su divinidad por la cronología, y los calendarios, siempre impregnados de compota mística, se han convertido en agendas, donde lo que importa no es el perfume, el gozo o la enfermedad de las fechas sino la cantidad, el peso bruto y la longitud de su duración.De esa manera, nos despegamos de la diversidad del almanaque para servirnos de un stock de semanas que se suman, enumeran, se fragmentan o se intercambian como materiales inertes, desprovistos de contenido argumetal. Los domingos eran formaciones optimistas y doradas; había unas fechas simpáticas por sí y otras aterradoras. El mundo discurría relacionando el interior personal con el exterior comunal, la emoción secreta con el variable sentir del tiempo.
Pero, ahora, el tiempo tiende a ser igual y a hacerse homologable, indiferente, sin capacidad para hacer reír o llorar en su significación. Incluso un tiempo inaugural como el de la Liga, que abría periódicamente las puertas del otoño, se desguaza en la realidad colorada de este raro sábado estival que ni es verano ni es septiembre, ni sabe a nada. Ya era falso el fútbol con las cómicas vestimentas de los últimos árbitros, que añaden además tiempo mediante un cartel anunciador. Pero ahora, además, la competición entera se hace fantasmal jugándose fuera de su temporada, al margen de su estacionalidad, producido bajo la coerción de la fábrica inodora, cuando lo particular de este deporte era su profundo tufo agropecuario, en su momento y en su sazón.
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