Mal haya la hora

Mal haya la hora en que decidí solicitar el cambio de un número de teléfono.Después de tres días de espera, un amable operador me deja un mensaje en el contestador telefónico: "No podemos asignarle un número nuevo porque no tenemos teléfono de contacto". Empezamos bien. Se puede alucinar, pero se acepta. Los usuarios de la Telefónica de Villalonga estamos hechos de una pasta especial. Pasan los días. Nada. Inquiero. Toman nota. Me avisarán, dicen. Falso. Más falso que el beso de Judas. Reinquiero. Dejo otra vez el teléfono de contacto. Vuelven a tomar nota. Falsísimo. Un buen día, a alguien se le ocurre proporcionarme el nuevo número. Pero inútil. No está operativo, según la jerga tecnológica de la Telefónica de Villalonga. Reintentamos. Toman nota. Nadie llama. Resumen: 44 llamadas al desgraciado servicio 1004. Un 30% escuchando la maldita musiquilla. Cuarenta y cuatro promesas incumplidas de atención y 13 días de espera. Y seguimos intentándolo. Conocemos ya a la mitad de la plantilla del servicio comercial, a un tercio de los instaladores. Nos saludamos cordialmente, nos preguntamos por el fin de semana. ¿Qué tal va lo mío?, digo. Responden: "Tomamos nota", conteniendo la risa. "No podemos pasarle con otro responsable", señala otro. "No tenemos ningún teléfono de reclamaciones", afirman.

He hablado con todos. Creo que hasta con el espíritu ectoplásmico de Graham Bell. Sé que es inútil. Pero no desisto. Van dados. ¿No les he dicho que los usuarios de Telefónica estamos hechos de una pasta especial. ¡Maldita sea mi estampa!- .