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Entrevista:NUEVO SIGLO

"No entiendo esos afanes por acumular dinero"

Está obsesionado por la formación permanente y el empleo. De hecho, su titulación de ATS le ha obligado a reciclarse y cree que ahí está el futuro.Pregunta. ¿Mereció la pena cambiar sanidad por empresa? Respuesta. Sin duda. Aunque me encontraba muy bien practicando mi profesión. Descubrí qué era eso del cliente y su satisfacción. Me dedicaba a niños y mi objetivo era similar al del mundo empresarial: ¿cómo diablos consigo poner un pinchazo a un niño o una niña sin que llore? Muchas veces lo logré. Pero las circunstancias se presentan y se puede hacer dos cosas: aceptarlas o rechazarlas. Siempre he optado por aceptar aquellas ofertas que me llegaban cargadas de desafío.

P. Todavía se atreve a poner alguna inyección.

R. Es que lo hago en casa.

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P. ¿Qué tiene el grupo cooperativo de Mondragón (MCC) que le cautiva tanto? ¿Lo cambiaría por otro grupo empresarial?

R. No. No sé donde podría estar que no fuera aquí. Hay coincidencia entre los valores de la corporación y mis propios valores personales, y eso es enormemente importante. Uno se puede dedicar con pasión a las cosas, si cree en lo que está haciendo. Por otra parte, el dinero no me apasiona. No lo desprecio, pero no entiendo esos afanes que a veces se ven por acumular permanentemente. Y no los entiendo porque el tiempo de que uno dispone es limitado. El nivel que he alcanzado es muy digno. ¿Para qué más? No veo nada que me lleve a decidirme por otra aventura.

P. Pero siempre se aspira a tener más y ganar más.

R. Yo no aspiro ni a tener más ni a ganar más. Aspiro a disfrutar todo lo que tengo, que es mucho, y quiero sacarle más jugo a la vida y las personas.

P. ¿Y cómo lleva la acusación a MCC de ser una especie de secta?

R. No lo es en absoluto. No me siento encantado con esas afirmaciones, ni mucho menos, porque, respetando todas las opiniones, no me parece que estén fundadas. A veces puede que despiste un tanto el hecho de que tengamos una cultura propia con valores muy arraigados. Hacemos un esfuerzo considerable y acrecentado por demostrar que defendemos nuestros valores, pero no para separarnos de los demás, sino para que desde esa personalidad seamos capaces de cooperar con otros. Se pueden encontrar pocos grupos que tengan una apertura como la nuestra, y se demuestra con la cantidad de convenios que firmamos con todo el mundo, desde realidades bien diferentes. Somos enormemente transparentes. Informamos casi de todo, de nuestros planes y de lo que ganamos. Eso no es propio de una secta.

P. ¿Cómo le enganchó el mundo cooperativo? ¿Fue por culpa del fundador, el sacerdote José María Arizmendarrieta?

R. No fue una conversación con el padre. Antes lo contrario. Entonces vivía en Eibar y estudiaba cosas peregrinas, como Sociología o Filosofía. Intentamos hacer una experiencia práctica con una empresa y se la compramos al padre de un amigo poniendo cada uno lo que tenía. No quisimos hacer una cooperativa, ya que tras hablar con Arizmendiarrieta nos pareció un modelo conservador. Apostamos por un modelo más utópico, basado en aquel principio de que cada uno aporta según lo que tiene y recibe según lo que necesita. A los pocos meses nos dimos cuenta de que todo el mundo tenía infinitas necesidades y muy poco que aportar. Volvimos atrás de nuestro primer juicio y transformamos aquella sociedad en cooperativa.

P. ¿Se siente poderoso?

R. Nunca he tenido sensación de tener poder. Creo que tengo gran capacidad de influencia. Suelo intentar abrir caminos de cara al futuro. Lo que más hago es comunicar una idea a los de alrededor y les vuelvo locos. El cambio es incómodo. Siempre hay una reflexión contraria a lo nuevo.

P. ¿Se volvería a Zamora o Euskadi es ya su tierra?

R. Con Zamora tuve poca relación, viví poquitos años. Después fui a Valladolid y luego aquí se me recibió con los brazos abiertos. No entiendo otras historias. Ha pasado mucho tiempo, aquí tengo mi familia, han nacido mis hijos. Tengo la mayoría de mis amigos y me resultaría duro. Pero tengo que asumir lo que viene, y si me tengo que ir a Brasil, Holanda o China, aún me atrevería.

P. ¿El día que deje la presidencia de MCC?

R. Prefiero no moverme. Tengo cosas pendientes. Nunca he tenido sensación de cambio de ciclo. A los 40 o los 50 la vida continúa. Observo la jubilación con pasión, sin temor. Creo que son tantas las cosas que no he podido hacer y quiero hacer que me apetece muchísmo. Pero también me apetecerá a los 80 y ver qué pasa cuando uno se acerca a los 90. Será divertido.

P. ¿Le da miedo el anonimato?

R. Ya pienso en ello. No. Creo que lo he asumido bien. Son cosas que reflexiono. Pocas veces la vida me ha cogido de improviso. Sé que las etapas nuevas traen cosas positivas y menos buenas. Claro que me gusta que se me valore, pero tengo mi vanidad cumplida. He recibido tantos halagos y satisfacciones que no necesito más, viviré de las rentas.

P. ¿Es el empleo su obsesión?

R. Sin empleo no se puede realizar un proyecto de vida. Es tan influyente que siento una decepción personal y colectiva por no dar opciones de empleo a quienes quieran trabajar. Cuando veo un niño que procede de un entorno de marginalidad y sé que no va a salir de su situación me siento inconformista.

P. ¿Por qué hay pocas mujeres en la cúpula de MCC?

R. Porque hay hombres. Las mujeres deben hacer un esfuerzo. Les hemos puesto chinas, pero creo que hay muchas que no quieren porque no coincide con su proyecto de vida. Ahora bien: las condiciones deben ser las mismas, lo contrario es aberrante.

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