El número de muertos por el terremoto del martes es superior a 4.000
Turquía lucha contra el tiempo para rescatar a miles de heridos bajo las ruinas
Arañando la tierra con sus manos, los turcos luchaban ayer a brazo partido contra la muerte. Ya han sido recuperados más de 4.000 cadáveres en una de las peores catástrofes que ha sufrido Turquía en 60 años, mientras 19.000 personas han sido atendidas de sus heridas en los hospitales. Pero entre los cascotes que cubren las ciudades del noroeste del país, aún siguen atrapadas miles de víctimas del terremoto del martes. Una veintena de países, entre ellos España, han comenzado a enviar ayuda urgente para localizar a los enterrados en vida.
Turquía vive una colosal movilización general frente a las secuelas de un terremoto que ha sacudido su centro neurálgico industrial. En la región vive una tercera parte de sus 62 millones de habitantes. Pero, pese a la energía de un pueblo que remueve con picos y palas los escombros y saca en volandas a los lesionados, no hay medios suficientes para combatir tanta desolación. Los supervivientes, desolados por la magnitud de la tragedia, claman contra las autoridades, a las que acusan de imprevisión y de no poner en marcha todo lo necesario para la hercúlea tarea de levantar millones de toneladas de escombros en decenas de ciudades en busca de miles de personas. El primer ministro, Bulent Ecevit, se tuvo que poner ayer a la defensiva, y atribuyó a los grandes destrozos en las vías de comunicación la lenta llegada de los ansiados equipos de rescate. Mientras millones de turcos pasaban ayer su tercera noche a la intemperie, muchos de ellos responsabilizando de su desgracia a los especuladores de la construcción que levantaron edificios sin cumplir unas mínimas normas de calidad, el Gobierno acometía una situación que ha hecho saltar por los aires sus planes económicos. El incendio en la principal refinería del país deja en el aire un programa privatizador del que dependía un importante plan de colaboración con el Fondo Monetario Internacional. Para Ecevit, ese fuego es "el problema más grave" provocado por el terrible terremoto.
Los turcos acusan a su Gobierno de inoperancia
Los damnificados claman por ayuda ante la insuficiencia de los equipos de rescate profesionales
Cinco días, una semana. ¿Cuánto puede sobrevivir una persona entre los escombros? Tal vez sólo lo sepan los perros adiestrados en su rescate, como los que ayer volaban desde Barajas junto con un equipo de Protección Civil de Getafe (Madrid). La contemplación del dolor está al alcance de cualquiera. Las tres cadenas estatales de televisión y la docena de canales privados turcos retransmiten en directo la tragedia. Lágrimas de los parientes de las víctimas, esfuerzo heroico de los voluntarios que pugnan por hallar supervivientes, refinerías que arden como descomunales piras funerarias, familias enteras que velan en los parques después de tres noches de pesadilla. Destrucción -carreteras agrietadas, puentes plegados como un acordeón- que amenaza de nuevo con la bancarrota a un país que comenzaba a emerger de una larga etapa de crisis económica. La región de Izmit, la más afectada por el seísmo, concentra más de un tercio de las fábricas del país. Turquía vive momentos de esperanza y desolación. Treinta y seis horas después de que el seísmo, de una magnitud de 7 en la escala de Richter, se abatiera sobre la ciudad costera de Golcuk, en las proximidades de Izmit -donde se estima que hay cerca de 10.000 personas bajo los edificios que se desplomaron-, el niño Akin Sirnen, de seis años, salía ayer con vida de los escombros de su casa. Sus padres y su hermana seguían aún bajo tierra. "Tuve muchos sueños ahí abajo. Estaba tan oscuro", acertó a decir el pequeño mientras era evacuado urgentemente hacia el hospital local.
Muertos a cada minuto
El mortífero recuento no cesa. El centro de crisis, formado por el Gobierno para asistir a las víctimas en la zona catastrófica del noroeste, informaba a través de la agencia estatal de noticias Anatolia de los crecientes partes de bajas. En Izmit, a 120 kilómetros al este de Estambul, se registraban cerca de 2.000 muertos y unos 5.000 heridos. Allí, las autoridades han habilitado una pista de patinaje sobre hielo como depósito de cadáveres improvisado. Los cementerios no tienen espacio y hay que evitar que la descomposición de los cuerpos abra la puerta al contagio de enfermedades. Sakarya, con 720 muertos; Yalova, con 300; y la propia Estambul, 298, eran otras de las ciudades más afectadas. En todas ellas los heridos se cuentan por millares. "El número de muertos aumenta a cada minuto", reconocía el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Yasar Okuyan. La solidaridad internacional comienza a cobrar cuerpo. Equipos de rescate de una veintena de países se encuentran ya sobre el terreno. Países europeos, como Alemania, Suiza, Austria, Bélgica y España han enviado a sus expertos en búsqueda de desaparecidos en este tipo de catástrofes. Pero también Grecia, vieja enemiga de Turquía, o Israel, un reciente aliado, se han sumado a la ayuda exterior. Sólo en la ciudad costera de Yalova, a una hora de transbordador de Estambul en la orilla asiática del Mármara, se han contabilizado 120 edificios arrasados por el seísmo. "En cada bloque hay unos 30 pisos, y las labores de rescate no han hecho más que empezar", aseguraba ayer el ministro de Trabajo. Portavoces de la oposición al primer ministro turco, el socialdemócrata Bulent Ecevit, han acusado al Gobierno de no estar haciendo nada mientras hay "20.000 personas sepultadas". Algunos de los damnificados señalaban que los equipos de emergencia sólo han llegado a los principales núcleos de población, por lo que temían lo peor cuando se acceda a áreas rurales más dispersas y aisladas. Muchas de las víctimas del terremoto no vacilan en criticar al Ejecutivo por no enviar equipos de rescate profesionales a las áreas devastadas, donde más de 12.000 edificios se han venido abajo. Sin embargo, un miembro de los equipos de rescate enviados por Estados Unidos decía ayer que, "para los medios que tiene, Turquía ha reaccionado muy rápido". El Colegio de Arquitectos e Ingenieros de Estambul advertía ayer que desde hace más de una década había alertado a las autoridades para que tomaran medidas preventivas. A pesar de no haber sufrido terremotos de gran magnitud en los últimos años, el noroeste de Turquía, que engloba a Estambul y a Izmit, se halla en una zona de elevado riesgo sísmico.
Problema de comunicaciones
El Gobierno de Ecevit considera que el retraso en el envío de auxilio a algunas áreas afectadas por el terremoto se ha debido a los daños en las líneas telefónicas y a la destrucción de importantes carreteras. Desesperados ante la falta de ayuda oficial, algunos supervivientes comenzaron a utilizar excavadoras para abrirse paso hacia los posibles desaparecidos, lo que sólo puede servir para que los sepultados queden aplastados o asfixiados, al perder las bolsas de aire en las que se mantienen con vida bajo toneladas de cascotes. Pero muchos otros mantienen la calma y siguen removiendo los escombros con sus manos. Pero el auxilio a los damnificados puede tardar en llegar. Las infraestructuras del noroeste de Turquía han quedado seriamente dañadas. La autovía Estambul-Ankara aparece cuarteada y con varios de sus puentes abatidos a su paso por la región de Izmit. Las autoridades sólo permiten el paso hacia la zona a los vehículos de los equipos de emergencia, mientras decenas de miles de turcos siguen sin poder conocer la suerte que han corrido sus familiares y amigos en esa zona. Tras la conmoción vivida -hasta la dinámica Bolsa de Estambul ha cerrado sus puertas hasta dentro de una semana-, los 12 millones de habitantes de la capital económica del país comienzan a recuperar una aparente normalidad. En el aeropuerto internacional Ataturk, los guías turísticos aguardaban ayer con los carteles de las agencias de viaje españolas a los pasajeros llegados en el vuelo de Iberia.
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