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CORRIDAS GENERALES DE BILBAO

¡La guerra!

Los toros de Juan Luis Fraile salieron pidiendo pelea. No es que dieran guerra: ellos mismos eran la guerra. Mas no se habrían de ir de rositas. Tres diestros valientes, tres toreros a carta cabal, pecharon con ellos sin trampa ni cartón, sin concesión alguna a la galería. Claro que los tres se llevaron lo suyo. Particularmente El Califa, que sufrió un cogidón impresionante. Salió por los aires y al caer el porrazo le dejó yerto. Lo levantaron a puñados las cuadrillas, se lo llevaron corriendo a la enfermería y en los tendidos quedó la impresión de que el toro le había partido en dos. Afortunadamente no fue para tanto: recuperó el conocimiento y, acabada la corrida, pudo abandonar la enfermería por su pie.Sus compañeros, José Luis Bote y José Luis Moreno, también salieron por su pie de la plaza pero no sin magulladuras. Sus percances fueron asimismo espeluznantes. El Bote se llevó dos en su primera faena: uno, al rematar un derechazo: un derrote del toro le tiró al suelo; otro, al matar: del volapié salió encampanado, la taleguilla rota, el cuerpo maltrecho. José Luis Moreno, con un arrojo y una voluntad de triunfo verdaderamente sobrecogedores, empezó su faena al tercero por derechazos cargando la suerte, sin ningún tanteo previo. Al dar el segundo, el toro pasó como un rayo llevándose la muleta en las astas y menos mal que sólo fue la muleta pues con la pala del cuerno pegó un tremendo palotazo que de poco le parte la pierna al torero.

Fraile / Bote, Califa, Moreno

Toros de Juan Luis Fraile, con trapío; gran casta que se tradujo en peligro; varios, mansos en varas, y otros, bravos; emocionantes todos.José Luis Bote: pinchazo saliendo volteado -aviso-y estocada perpendicular trasera (ovación y salida al tercio); pinchazo y estocada ladeada (silencio); pinchazo y estocada baja (silencio). El Califa: media atravesada descaradamente baja (silencio); cogido al muletear al 5º. José Luis Moreno: dos pinchazos, media ladeada, rueda de peones -aviso con retraso-y descabello (vuelta); media atravesada baja (silencio). Enfermería: asistidos El Califa de conmoción cerebral, de pronóstico reservado, y Bote de contusiones. Plaza de Vista Alegre, 15 de agosto. 2ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

Y así toda la corrida: toros encastados y fieros, toreros pundonorosos y valientes, emoción a raudales. La afición bilbaina casi ni se lo podía creer. Estas no son las corridas que se llevan. Son las corridas a la antigua usanza, las que ponían a cada torero en su sitio; y los que podían con ellas alcanzaban la categoría de héroes. Atrás queda el bochorno ese de Illumbe; la fiesta embustera que montan los taurinos para llevárselo crudo a costa de la ingenuidad de la gente. Las corridas de Illumbe -y las de tantas plazas-, lo toros llamados comerciales que allí se lidian, no tienen nada que ver con esta corrida de Juan Luis Fraile lidiada en Bilbao. Como si aquello fuera el béisbol o algo así.

Los toreros tampoco tenían nada que ver. Los de Bilbao son toreros verdaderos; no su caricatura. Había que ver a ese José Luis Bote toreando por redondos a su primer toro con quietud y templanza. Estampa de torero caro; de los que tienen asumido este misterio y llevan el arte en el alma. Quizá demasiados redondos dio y cuando se echó la muleta a la izquierda el toro ya había agotado su embestida. Al cuarto le pegaron tanto en varas -cuatro puyazos-que acabó aplomado, y Bote le hubo de porfiar los pases sin que ninguno saliera completo.

El Califa se peleó bravamente con el segundo, que tenía una codicia inagotable y fiera. Apenas salía de un pase ya entraba al siguiente sin dar reposo al torero, que intentaba ligar las suertes con un pundonor admirable. Al quinto le cambió por la espalda en el platillo, lo toreó por derechazos y ya estaba en los naturales cuando sufrió el volteretón que lo mandó a la enfermería.

El tercero, un cuajado ejemplar, salió haciendo todas las cosas que sabe hacer un manso: recelar de los capotes, huir de ellos y hasta saltar la barrera. El brinco fue súbito y montaraz. Al caer en el callejón arrolló al ayuda del mozo de espadas de Bote sin que sucediese nada irreparable.

Al volver al ruedo -las cosas del reino animal- el toro parecía otro. Como si estuviera arrepentido de la fechoría que acababa de cometer, se comportó con nobleza y tomó humillado los buenos derechazos y naturales que le instrumentó José Luis Moreno. La faena fue vibrante, concluida con unos extraordinarios pases por bajo. En cambio mató mal y perdió el trofeo que tenía ganado. El sexto, manso reservón, medía las embestidas y sólo procedía aliñar y matar que es lo que José Luis Moreno acabó haciendo con muy buen criterio.

La guerra la ganaron los toreros y abandonaron la plaza rodeados de la admiración del público. La divisa -en esta corrida, negra, como homenaje al ganadero, fallecido hace pocos meses- también mantuvo alto su pabellón. Esos son toros: los de verdad; los únicos que dan el título de torero auténtico.

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