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Reportaje:

Historias del 4000 a.C.

No están solos. Los tres esqueletos de la edad del bronce hallados en pleno centro de Madrid, y que han constituido uno de los hallazgos regionales más importantes de la década, forman parte de una cultura que en su época tuvo fuerte implantación en Madrid. Una cultura, ahora nuevamente rescatada para la historia, que hace 4.000 años componían unas 10.000 personas en la región. Este censo lo formaban hombres de poca estatura y vida corta, pero capaces tanto de practicar la cirugía elemental como de preparar quesos y de aderezar las carnes de los herbívoros que cazaban a orillas del Manzanares. Eran pastores y agricultores que convivían en grupos familiares formados por unas 50 personas. Cada 20 kilómetros, aproximadamente, se levantaba uno de estos poblados.Mucho se sabe sobre la edad del bronce en la región de Madrid, una época que abarca desde el 2000 al 800 antes de Cristo. "No es una aberración decir que en Madrid existen de 500 a 1.000 yacimientos de la edad del bronce. Sólo desde el centro de la ciudad hasta Getafe puede haber 50 o 60 yacimientos de este periodo", expone Antonio Méndez, un arqueólogo de la Comunidad especializado en este periodo y que ha tomado parte en muchas de estas excavaciones.

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Desenterrar la historia

Uno de los últimos yacimientos excavados ha sido el que se encuentra junto al Rastro. Allí fueron descubiertos tres esqueletos de hombres de la edad del bronce. Son los primeros y únicos restos humanos de la prehistoria descubiertos en la ciudad de Madrid. De hecho, los restos humanos más antiguos encontrados hasta ahora en la ciudad correspondían a la Edad Media.

Nuestros antepasados vivían en cabañas hechas con ramas y recubiertas con barro y estiércol. Los grandes animales que pacían en los ríos madrileños han desaparecido a causa de los cambios climáticos del final del cuaternario. Por eso, los hombres se vieron obligados a producir su propio alimento para sobrevivir. Así, se volcaron en domesticar animales (cabras, cerdos, ovejas, vacas, caballos) y desarrollaron la agricultura (cereales o legumbres). Sin embargo, los habitantes de la prehistoria madrileña se alimentaban mal. Sus vacas no eran como las de ahora, que dan litros y litros al día. "Medían un metro y medio de alzado, eran animales pequeños que daban poca leche. Ésta se cuajaba para fabricar queso, como demuestran los recipientes encontrados en los yacimientos", explica Méndez. Precisamente, por las vasijas y otros tipos de cerámicas se ha concluido que hace 4.000 años los hombres ya habían inventado algunas recetas de cocina.

Los madrileños de la edad del bronce tenían los dientes muy desgastados. "Molían los cereales con piedras que se pulverizaban durante ese proceso. El polvillo que desprendían se mezclaba con el cereal y ellos lo masticaban", apunta Méndez.

La mala alimentación era la causa principal de la corta vida de nuestros antepasados: vivían una media de 30 a 40 años, aunque se trata de un dato especulativo, según aclara Méndez. Corta era también su estatura, alrededor de 1,60 centímetros. Pero de piernas musculosas, en parte por las montañas de la región que se veían obligados a trepar para que pastaran los animales. "La ganadería de cabras y ovejas implica mucho monte", bromea Méndez. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz las armas de la época: puntas de flecha, la mayoría de sílex. También se han desenterrado puntas de cobre en forma de palmeta correspondientes a la cultura campaniforme, y hachas de piedra pulimentada y de bronce. "No hay que pesar que eran grupos beligerantes y hostiles entre sí. No había muchos enfrentamientos. Al revés, existían relaciones fluidas entre los grupos, practicaban el trueque entre ellos", explica Méndez. No existía la propiedad: convivían en una sociedad igualitaria, sin ningún tipo de jerarquización. Entre los conocimientos que los arqueólogos han constatado que poseían estos madrileños de la edad del bronce figura la cirugía elemental (practicaban amputaciones y no con demasiado éxito) y los textiles. Creadores de telares, uno de sus materiales preferidos era el lino, que producían en plantaciones. La religión giraba en torno a la naturaleza. Los ríos, las montañas y determinados animales como los ciervos eran motivo de culto. En este sentido, los enterramientos no eran colectivos y se realizaban en los fondos de cabaña. Allí, bajo tierra, han sido rescatados para la memoria muchos de ellos. Los últimos han sido tres esqueletos que en su día fueron inhumados en un cerro con vistas a un río de aguas cristalinas y frondosos bosques. Un altozano que 4.000 años después, al volver los restos a la luz, se había convertido en la ciudad de Madrid.

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