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Adicto a Eurovisión

RETRATOSLa vida de Kike Cosano está estrechamente ligada al Festival de Eurovisión desde el año 1968, cuando Massiel reivindicó el orgullo español a golpe de La la la. Aquella noche, Cosano era un niño del gaditano barrio de San José al que sus padres habían castigado sin ver la tele. "Poco antes de la retransmisión, dieron el número ganador de los ciegos, que coincidió con el que siempre jugaba mi familia", explica, "y medio barrio se puso de fiesta en torno a la pantalla del televisor. Pero cuando ganó Massiel, aquello sí fue la locura". Este suceso fomentó el interés del chaval, que comenzó a coleccionar cuanta documentación sobre el festival caía en sus manos: discos, carteles, recortes de Tele-radio... Todo lo conserva Cosano en una interminable colección de álbumes y cuadernos, en la que no faltan crónicas con torpe caligrafía infantil. Entre las rarezas que atesora, se encuentra el disco de la única participación de Marruecos en Eurovisión, o una versión del Vivo cantando en euskera. "El año que actuó Betty Missiego, el televisor explotó a la hora de las votaciones, y ni siquiera lo desconectamos ni llamamos a los bomberos: corrimos a casa de un vecino a ver la final", recuerda. Paulatinamente, Kike Cosano fue entrando en contacto con fanáticos de Eurovisión de todo el mundo. "Los años ochenta fueron quizás la época más dura para nosotros, porque los progres se echaban las manos a la cabeza cuando les decías que te gustaba este mundillo. Franco había usado el festival como arma política, era prioritario ganar y por ello se enviaba a concurso lo mejor, desde Raphael o Karina a Julio Iglesias. Con la llegada de la democracia, Eurovisión provocó cierto rechazo", afirma. "Todos quisieron desmarcarse de su paso por el festival: Massiel, Peret... Para mí, en cambio, resultaba contestatario, provocador. Llegué a aprenderme todas las canciones, desde el año 1956, en sus respectivos idiomas". Todo esto no habría pasado de ser una pasión de coleccionista de no darse el encuentro del gaditano con la corresponsal de TVE Nuria Ribó, en Nueva York. "Tenemos gustos un tanto estrafalarios: ella colecciona muñecas barbie; yo, todo lo relacionado con Eurovisión". La periodista le recomendó para colaborar con el Ente, y, con el respaldo de Francisco Montes de Oca, Cosano vio cumplido su sueño: participar en el jurado de 1995, e intervenir activamente en la preselección de la siguiente edición. Este gaditano mantiene contacto con varias televisiones europeas, ha pronunciado conferencias sobre el tema y ha colaborado con el espacio La ventana, de la Cadena SER. Sus artículos pueden leerse en revistas especializadas del Reino Unido, Suiza, Yugoslavia e incluso en Eurovision Network News, una curiosa publicación monográfica de la BBC. En estos momentos, Cosano trabaja lentamente en un libro sobre el festival, en el que tratará de explicar su dimensión sociológica y, al mismo tiempo, desvelará algunos secretos de su trastienda. "Eurovisión es una radiografía del mundo contemporáneo, ha roto esquemas sociales y plasmado cada paso importante de la actualidad. Sirvió para derrocar un Gobierno belga, denunciar la invasión de Chipre por Turquía o dar la señal del golpe de Estado en Portugal". Mientras pincha en el tocadiscos Un jour, un enfant, de Frida Boccara, su canción favorita, Cosano acaricia otro sueño: devolver algún día a España al trono de Eurovisión.

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