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Tribuna
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Hoyo 19

Juan Cruz

Decía aquí la semana pasada el torero Juli que todos los deportes cuyas reglas se desconocen son extremadamente aburridos. Debió añadir que el más aburrido de todos es el golf, aunque se conozcan sus leyes. Vienen a la memoria pocos golfistas que hagan algo divertido sobre el campo verde.La primera imagen que nuestro recuerdo registra de alguien practicando el golf es la de un señor con chaqueta cruzada y gorra de almirante tocado con antiguas gafas de sol, que todos los veranos se hacía unos cuantos hoyos en La Zapateira, La Coruña. Ese hombre, con cuyo rostro nos dio un susto el pasado fin de semana el coleccionable del siglo de EL PAÍS, era el general Franco; le veías pertrechado con sus aparejos, que siempre llevaban otros, y te dabas cuenta de que los tuvo que comprar en el extranjero, porque eran relucientes como la propia gorra, que debía haber sido alguna vez del padre de don Juan. Todo parecía prestado en aquel hombre.

Cuando se le veía con las dos manos ocupadas, todo el mundo creía que no estaba haciendo nada malo, pues los dictadores sólo piensan con las manos, firmando decretos y sentencias.

Desde que se murió, no habíamos visto a ningún gobernante jugando al golf. El Rey se ha ido por lo marítimo, y Felipe se fue por lo pesquero, mientras que Adolfo Suárez pasó por el territorio de los Leguineche -los de Gernika, no los de Berlanga- y se dedicó al mus y la tortilla francesa, antes de que la ausencia de poder le metiera también en la melancolía del golf. Hubo un presidente -juro que lo hubo, hagan memoria- que fue Leopoldo Calvo Sotelo, y aunque tiene andares de ir hacia el piano, es una forma musical del golf, nunca practicó otro deporte que aquel al que estaba obligado como piloto automático de un barquito tan breve como su mandato. Ahora vienen las noticias con la nueva de que el presidente Aznar aprende a jugar al golf, cerrando así un círculo que creíamos acabado en los palos de Franco. ¿Qué le enseñará el golf al nuevo mandatario español? Es un juego de silenciosos. Pero ya él no puede callar más. ¿Qué otra cosa puede aprender? No hay en el golf hoyo 19; querrá verlo, y esa será su perdición. Es un deporte para gente que no mira a los ojos, sino al más allá; los que están cerca de Aznar siempre lo vieron jugar al golf; ahora lo hace con aparatos.

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