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NUEVA CRISIS EN RUSIA

El "halcón" que no quiso hacer el juego al presidente

Serguéi Stepashin comparte con su relevo, Vladímir Putin, el hecho de que ambos han sido jefes del Servicio Federal de Seguridad (SFS), una de las cuatro ramas -la más importante-, en que se dividió el KGB soviético. Desde ese puesto jugó un papel clave en el desencadenamiento de la desastrosa guerra de Chechenia. Ahí se ganó una merecida fama de duro (luego consolidada al frente de los ministerios de Justicia e Interior), que, probablemente, estuvo en el origen de su nombramiento como primer ministro.Se dijo de él entonces, como ahora de Putin, que era un incondicional de Yeltsin, y que estaba dispuesto a hacer cuanto éste le mandara. Stepashin reconoció lo primero, pero matizó lo segundo al decir que no se saldría de lo que marca la Constitución. Algo que en Occidente no hace falta decir, pero que nunca está de más en Rusia.

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Lo mejor que se puede decir de este nuevo jefe de Gobierno caído en desgracia es que no se ha salido de su papel durante su breve mandato y que no ha protagonizado ningún episodio de juego sucio, lo que probablemente le ha causado más de un problema.

Oferta rechazada

Ayer, Stepashin rechazó el cambio doble, es decir, llenar el hueco que deja vacío Putin al frente del Consejo de Seguridad Nacional, un órgano dependiente del presidente, cuyo poder depende directamente de la voluntad de éste. Entre las especulaciones que circulaban por Moscú figuraba la de que se pasará con armas y bagajes al bando de Luzhkov, que, si se aliase con Primakov, sería casi imbatible en las urnas, a expensas de lo que se cueza a partir de ahora en el Kremlin.El gran pecado de este abogado, académico y general de las tropas del Ministerio del Interior, casado y con un hijo, que nació hace 47 años en la base soviética de Port Athur (China), fue querer ser de verdad primer ministro. Incluso cometió el atrevimiento de pretender formar su propio equipo de Gobierno, sin darse cuenta de que oligarcas como Abramóvich o Kiriyenko tenían tanto o más poder de decisión que él. Especialmente humillante fue su incapacidad de nombrar al zar económico y la forma en que se le forzó a aceptar como su número dos a Nikolái Axionenko, que en el fondo era su principal rival.

Con cara de niño, aspecto tranquilo y sentido del humor, Stepashin ha logrado, en apenas tres meses, dar a su biografía un tinte de moderación que perdió en Chechenia. Curiosamente, el final de su mandato coincide con otra crisis en el Cáucaso. Yeltsin no le ha dejado gestionarla.

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