Un día en las carreras
- Albóndiga way of life. Hola, soy yo, que estoy tomándome un café en una terraza y repasando la prensa y, ya puestos, a una señorita sí otra no. Noticia del día: el beso de la mujer infanta y, luego, a) Andalucía: un grupo de científicos asegura haber descubierto un brote de aceituneros altivos a tiempo parcial; b) caso Pinochet -o, a estas alturas, caso Matutes-: la consigna consiste al parecer en ampliar las posibilidades del parte amistoso, que ahora no sólo se utilizaría en casos de colisión entre ciclomotores, sino también en casos de genocidio; c) fotos de Isabel Pantoja en bañador -tras ver las fotos, los marcianos, que iban a invadir la tierra, abortan su plan 9-; d) iconografía: una infanta de Mónaco aparece fotografiada en top-less; e) iconografía comparativa: el príncipe Felipe aparece fotografiado en la mar salada con unas aletas -chof, chof-. En otro orden de cosas e) anoche me fui con unos amigotes y cené pilotes de matança -o sea, albóndigas con patatas y setas-. Las tomas, sientes la brisa sobre tu rostro, escuchas un grillo y piensas que la vida es sencilla como un anillo. Tras la cena se habló de política. Unos mallorquines están ilusionados por la nueva situación política, y otros ya están defraudados. Y hablan de la ilusión y del desencanto con la sencillez de un anillo. O de una albóndiga. La izquierda son múltiples sensibilidades. Lo más usual en la Península es que cuando esas sensibilidades coinciden ante un plato de albóndigas, glups, se las tiren a la cabeza. Con el tenedor clavado.- Viaje al polo. Ahora, alehop, estoy en el Club Náutico, que echan regatas. Entras, chocas con un señor con un polo en cuyo cuello etc. Y otro. Y otro. Accedes a un salón. En el salón hay diversos chiringuitos. En uno venden polos. Cómo polos. Son polos oficiales y oficiosos del acto. Polos yo-estuve-allí. A 8.000. En otro sitio venden zapatos náuticos. Pregunto el precio. Y luego que si pueden caminar por encima del agua. Chiringo de relojes. Son relojes tan perfectos que, cuando los dejas en la mesita de noche, te cogen la cartera y el tabaco y se van de copas con tu novia. Una señorita del tipo señorita-glups-usted-nunca-pasará-hambre muestra un coche a todos los potenciales clientes que se interesen por ese modelo -sucede algo parecido a lo previsto y todos los hipotéticos clientes se interesan por la modelo-. Terraza. Señoras morenas con polo se cruzan ante tí a velocidad crucero. Cuando coinciden dos frente a frente se preguntan has-visto-a-mi-marido y se responden que no. A un lado hay una piscina, alrededor los muelles. Y allí, en frente, Estambul. La piscina está llena de señoras con gafas de Pantoja-cuando-va-de-incógnito. En el espacio libre hay mesas y señores y señoras tomándose un refresco de cola. Cuando no hay regatas hay regatistas. Los hay que son unos cracks y vienen cobrando, o que saben la tira y vienen con gastos pagados y dietas. Tienen la piel quemada y las piernas hechas polvo, repletas de heridas. Los hay también que tienen las piernas como un bebé. Esos gastan un vestuario rico en banderas y con tantos complementos deportivos que parecen la frontera conceptual entre el regatista y el cosmonauta boliviano. En esa terraza se agrupan los periodistas. Prima el periodista vestido de regatista en el exilio interior. Supongo que se trata de la metáfora del periodista con síndrome de Estocolmo.
- El síndrome de Estocolmo. Por lo general los periodistas por aquí confundimos el ser y el estar. Es decir, somos extraordinariamente amables y hablamos más de quién está aquí que de lo que es. Algo importante, pues todo aquí tiene marca. Los barcos y sus tripulaciones están esponsorizados por empresas, salvo algún barco que pertenece a la Armada, es decir, al Estado. Como el barco del Príncipe, construido recientemente en UK. Su transporte ha costado 10 millones. Los periodistas nos encargamos de decir la marca del coche en el que los personajes famosos acceden a este club, o la marca del espónsor del traje que pusieron a John-John Froilán cuando lo trajeron a lo de las fotos. En otras culturas políticas las marcas y los personajes públicos están bajo sospecha. Y cuando están muy juntos, se arma el pitote. Bueno. Esta noche me voy de fiesta. Ya les explicaré.
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