Caníbales
Es muy curiosa la historia del canibalismo a la inversa. Cuando uno visita un territorio extraño, sea o no Bélgica, lo primero que trata de averiguar es a qué hora es la comida. Pero, sobre todo, qué es lo que se come allí. Como ilustra el episodio de Yucatán, todo lo demás es secundario, incluso el nombre del lugar. Unos conquistadores extraviados se encontraron con indios mayas y les preguntaron: "¿Dónde diablos estamos?". Y los indios respondieron: "Yucatán". Que en traducción libre sería: "No entendemos un carajo de lo que preguntáis". "¡Ah, claro, Yucatán!", exclamó el jefe conquistador, como quien dice "¡Betanzos, of course!". Y así nació Yucatán, un territorio que significa No Entendemos Nada.En el fondo, el explorador blanco, en especial si es antropólogo, siempre teme que los exóticos indígenas que va a observar puedan ser antropófagos. Y es justo eso lo primero que piensan los indígenas: "¡Qué exótico y que pinta de antropófago tiene este antropólogo!". Las sospechas se acentúan, con razón, cuando el antropólogo se cepilla los dientes. Cuenta Pascal Dibie, en La pasión de la mirada, el caso de Jean Monod, un etnólogo que visitó a los indios piaroa en 1968 con la intención, entre otras, de aclarar si eran caníbales. Entre sus pertenencias, Monod llevaba un paquete de latas de conserva y a modo de envoltorio una revista que mostraba en portada a un joven manifestante ensangrentado. Al ver aquello, a los piaroa se les pusieron los huevos de corbata, dispensando. Era evidente que aquel blanco sanguinario se estaba comiendo al chaval de la foto. Además, Monod se empeñaba en sonreír relamiéndose cada vez que se zampaba una lata, como quien dice: "¡Pues ya veréis cuando me pase a la carne fresca!". Los sensibles y civilizados piaroa corrieron a flechazos al perplejo Monod, convencido, a su vez, de que se lo querían merendar. Pensaba en este divertido equívoco antropofágico, cuando nos llega la noticia de un caso real de canibalismo en España: la supresión de La Radio de Julia. A estos caníbales nuestros les encanta la inteligencia. Se chupan los dedos con los sesos gratinados de la libertad.
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