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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Piso y presupuesto

Permítame dar mi opinión sobre los rumanos desalojados del distrito de Fuencarral y de los indocumentados que vienen sin otro interés que vivir del presupuesto, y lo primero que piden es un piso digno.Ante todo diré que me siento ciudadano del mundo, y como tal carezco de todo sentimiento de odio o xenofobia. También diré que desde los ocho años, en que me pusieron a trabajar, hasta ahora, a punto de jubilarme, he realizado los trabajos más duros y peor pagados..., de lo que no siento vergüenza, ya que me inculcaron la dignidad del trabajo. Además, no había otra alternativa, ya que o trabajabas o te morías de hambre. Hoy, el sentido de la dignidad ha cambiado, y cada vez son más los que sienten más vergüenza por hacer ciertos trabajos que por vivir a costa de los que los realizan, con lo que no estoy de acuerdo.

Desde mi propia marginación he defendido y defenderé el derecho a la enseñanza o formación, derecho que debía ser inviolable para que, en igualdad de condiciones, obligaciones y derechos, la sociedad sea de todos y para todos. Y todos nos sintamos responsables y merecedores de ella. Éste es, en mi opinión, el derecho legítimo que debíamos defender todos los que deseamos una sociedad más justa. En cambio, cada vez se defiende menos.

La élite de arriba, porque desde siempre nos han privado de dicho derecho para perpetuar sus privilegios y la incultura y marginación de los demás. Y las clases marginadas, porque parece ser que cada vez se encuentran más a gusto en la marginación, viviendo al margen de las leyes, de las obligaciones y del esfuerzo de los demás, exigiendo cada vez más y mejores servicios y prestaciones, cosa que consiguen, por lo que no es preciso ser adivino para saber que cada vez serán más los marginados y menos los que quieran trabajar.

Y como las noticias llegan a todas partes, de todas partes, hasta de Rumania nos llegan marginados para solucionar sus problemas, algo que debían solucionar en sus propios países de origen.

Desde mi condición moral, siento, entre otras cosas, vergüenza de que, a las puertas del sigloXXI, cientos de millones de seres sobrevivan en la más absoluta miseria y mueran de hambre, incluso en los países llamados ricos. Por eso, todos deberíamos exigir la erradicación de la miseria, erradicación que, en mi modesta opinión, debería basarse principalmente en ayudas a fondo perdido, tanto a países pobres como a clases marginadas, para formar y preparar a estos ciudadanos para el desarrollo.

Estas ayudas nunca deben servir para mantener, fomentar y perpetuar la pobreza y marginación, que es, más o menos, lo que está ocurriendo aquí, tanto con nuestros propios marginados como con los que vienen de fuera a asentarse.

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Por todo lo expuesto, pediría, principalmente a los medios de información, un mínimo de respeto al hablar de insolidaridad, intolerancia y racismo.

Yo estuve 10 años en Alemania, acaté sus normas, respeté y me adapté a sus costumbres, y ni pedí ni me dieron piso. Desconozco el interés que tienen algunos medios para jugar a buenos y malos. Lo que es evidente es que hacen un flaco favor a la convivencia, consiguiendo que las clases marginadas sean cada vez más agresivas. Y que los que trabajamos nos sintamos cada vez más indefensos y desprotegidos.

Mi mayor deseo es que las leyes sean aplicadas para todos, para los de arriba, los de abajo, los de fuera y los de dentro, que las oportunidades se acerquen al máximo a todos por igual, que el peso de la sociedad lo llevemos entre todos, y que el trabajo, además de un derecho, sea una obligación. Si esto es ser racista, no niego serlo.- .

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