El sueño de El Ber
José Rodríguez, el torero español de más edad, quiere confirmar la alternativa con Antoñete y Curro Romero
,"¡Qué cartel haríamos! Antoñete, Curro Romero y El Berenjeno: 200 años de historia viva entre los tres". El que completa la terna es José Rodríguez, El Berenjeno, 67 años, motrileño, "el torero más viejo del mundo", que no piensa en otra cosa que en confirmar la alternativa que recibió en 1971. "Me vestiría con traje goyesco. Y si no de azul y oro, con el que me regaló Paquirri". El Berenjeno, ilusionado, ha pensado incluso en la ganadería: "Los toros, a poder ser, de Celestino Cuadri". Está convencido de que va a triunfar. De que los dos maestros y, sobre todo el empresario de Madrid, harán realidad su sueño de joven promesa. Aunque hay quien piensa que las luces del traje de El Berenjeno hace tiempo que se apagaron. "Creen que mi edad es un inconveniente, pero yo estoy fuerte y ágil como un toro. Corro todos los días 15 kilómetros y soy campeón de Andalucía de maratón de veteranos", asegura mientras se atusa las largas patillas zaínas que se ha dejado crecer para la ocasión. José Rodríguez es todo un personaje en Motril, donde nació, vive y llenó la plaza en sus buenos tiempos. Aparece hasta tres veces en la enciclopedia taurina Cossío. En sus páginas se recuerda aquella tarde de verano de 1975, en la que El Berenjeno se presentó en la plaza de toros de Granada con una caja de muerto bajo el brazo. Quería impresionar al empresario del coso para que le dejara sustituir una baja en el cartel. "Demostrarle que por una oportunidad era capaz de morir en el ruedo". Pero El Berenjeno, como muchas otras veces, tampoco tuvo vela en aquel entierro y se quedó sin torear. También recuerdan en Motril las once cogidas que han dejado huella en el cuerpo de El Berenjeno. "Por mucho que digan, el hambre no da tantas cornadas", asegura. Fue una de aquellas embestidas, que le atravesó el hombro derecho, la que truncó su carrera. "Yo iba para figura. Era torero de los de cortijo, de los que ganan millones. Pero los dolores me dejaron en lidiador de plazas de tercera categoría, de festivales y de sobresaliente". El apodo le viene a El Berenjeno de su padre, que fue agricultor. Pero él siempre ha llevado el arte en las venas. Antes que torero quiso ser bailaor flamenco. Pero cambió los botines por la montera para apuntarse, con 20 años, en la escuela de tauromaquia que Pedrucho tenía en Barcelona. Tomó la alternativa mucho después, el 25 de julio de 1971 en el coso de Motril. Allí, dice, fue la envidia de Curro Cúchares y dejó a los dos morlacos que le tocaron en suerte sin orejas ni rabo. Si todo hubiera transcurrido normalmente, José debería haber confirmado aquella alternativa pocos meses después, como cualquier matador. Sin embargo, tras 28 años ese momento aún no ha llegado. "¡Ay!, aquella cornada en Torremolinos", se lamenta. Ahora, con el apoyo de su familia y la ilusión de un chaval, El Berenjeno quiere recuperar el tiempo perdido. Suspira por un contrato en la plaza de Benalmádena que le abra las puertas de la de Madrid, donde quiere demostrar que es "un torero como la copa de un pino". Él dice que sus faenas recuerdan a las de los antiguos maestros, como Juan Belmonte y Joselito El Gallo. "Mi toreo es tremendista. En cada pase pongo al público en vilo. Me quedo muy quieto, cito al toro desde lejos, y me arrimo hasta que el pitón me roza la chaquetilla". Así lució en más de 500 corridas con toros y novillos, en las que llegó a compartir cartel con Palomo Linares y Paquirri, a quien perteneció el único traje de luces que posee. La última palabra para confirmar los 67 años de "historia viva del toreo" la tienen ahora sus admirados Antoñete y Curro Romero. "Va por ellos".
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