Error de alcalde
MARÍA ESPERANZA SÁNCHEZSubirse el sueldo en el primer pleno que un alcalde preside no es grave si el alcalde que lo hace no es denunciado por la oposición, caso de la alcaldesa de Valencia, doña Rita Barberá, que lo es por el PP y con el voto y el entusiasmo de los ciudadanos de Valencia. Subirse el sueldo en el primer pleno es grave si el alcalde ha cometido la torpeza de hacerlo sabiendo que por las circunstancias políticas concretas en las que llegó al cargo, sus primeras decisiones van a ser miradas con lupa por quienes pudieron tener la alcaldía y se quedaron sin ella a causa de un pacto descalificado y criticado en todos los tonos posibles. Es el caso del alcalde de Sevilla, al que todo el mundo acusa de torpe. Si sólo es ésa la acusación, si la causa por la que no debió llevar al primer pleno la subida del sueldo es cuestión de oportunidad y así se resalta por la crítica, puesto que viene a decir que todo vale, aunque no sea justo, si se hace a tiempo. La subida del sueldo del alcalde de Sevilla ha sido un error y como los errores se pagan, el alcalde de Sevilla lo está pagando y necesita dejar bien cerrado el asunto de su rectificación con mucha luz y muchos taquígrafos. Pero como no hay mal que por bien no venga, el error del alcalde de Sevilla le ha servido al PSOE para establecer que las subidas de los sueldos de sus cargos locales sea de acuerdo a lo establecido en los Presupuestos Generales del Estado para los funcionarios y en caso de no hacerlo así anuncia que será inflexible con quien incumpla la norma. Si el PP asumiera ese mismo compromiso tendrían que ser más de uno los alcaldes de su partido que deberían anular las subidas que han decidido en los primeros plenos de sus ayuntamientos. En todo caso, parece claro que quienes desde luego están obligados son los alcaldes del PSOE y parece razonable que para darle relevancia a esa decisión, para dejar clara y a la luz del pleno la anulación de la precipitada subida, el alcalde de Sevilla debe llevarla al pleno, con la calma y la seguridad que le ha llevado a considerar la necesidad de la rectificación. Luz, taquígrafos y tiempo de aciertos es lo que necesita el alcalde para hacerse perdonar el error.
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