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Mañana en la Ópera

Le llaman Teatro Real, cuando está en la plaza de Ópera y se supone que su actividad principal es la interpretación escénica de ese tipo de expresiones sinfónicas. Admitamos, asimismo, que enfrente se alza el Palacio Real; ya en tiempos de doña IsabelII fue lugar de esparcimientos cortesanos, danzantes y filarmónicos. La historia es conocida por quienes sienten interés por los avatares de esta Villa y Corte, con una azarosa biografía que comienza en 1708, cuando se construye, sobre los lavaderos públicos de los Caños del Peral, un modesto coliseo para las representaciones de la compañía Bartoli, un italiano que trajo el soplo lírico a la corte castellana. Llega al sigloXIX con derribos y levantamientos que van a acompañarle a lo largo de su historia. Hay un largo paréntesis entre 1816 y 1850. Albergó luego un cuartel de la Guardia Civil, un depósito de pólvora y un salón de baile que debió de promover y disfrutar la precoz reina. Es el Teatro de Oriente, y ante sus candilejas actúan las grandes compañías y los renombrados divos y divas de la época hasta 1925. Desde entonces sólo admite parangón con las obras de la catedral de la Almudena, pues hasta 1965, año en que se reinaugura como Sala de Conciertos, engulle planos y almacena cascotes entre los muros. Aquí radicaron la Orquesta Nacional y la Orquesta y Coro de RTVE. No había muchos melómanos en Madrid, pero los suficientes para que buena parte se sintiera discriminada por la insuficiencia del aforo. Era de buen tono social asistir a los recitales y tuve algún buen amigo que iba a dormitar en su butaca de abono, junto a la esposa, entre aficionada y exhibicionista. Y así, hasta anteayer, vuelto a inaugurar con asistencia de los Reyes. Tal es la relación temporal. El otro día, enterado por una persona extranjera de que podía visitarse, lo hice con gran satisfacción. La visita guiada por el enorme edificio sólo cuesta 500 pesetas, y la hora empleada es ilustrativa y reconfortante. No conozco la mayoría de los espacios líricos de otros países, pero puede apostarse a que nuestro Teatro Real les aventaja en belleza, suntuosidad y fabuloso equipamiento. Un recorrido asombroso alrededor del pentágono, apenas adivinado en el exterior, circunscribe la amplia sala de espectáculos, enhebrando salones para distraer los entreactos, ricamente amueblados y alumbrados. Las cifras que desgrana la guía aparecen apabullantes en el folleto de mano: una superficie total de 65.000 metros cuadrados construidos donde caben varios campos de fútbol. La servidumbre escénica cuenta con 18 plataformas de movimiento vertical, cuatro horizontal, y maquinaria suficiente para la rotación de seis escenografías, entradas de camiones trailer con decorados, al servicio de un escenario con 18 - 24 metros cuadrados de boca y 1.430 de espacio útil.Las cifras y datos estadísticos justifican los 72 años largos que han durado los empeños en alzar esta lograda empresa. El edificio de la Telefónica, en la Gran Vía, quedaría engullido por los nueve niveles subterráneos y la construcción visible. Contiene varias salas de ensayo, en condiciones similares a las del espacio principal. Cuenta con 11 camerinos para las estrellas y otros donde instalarse más de 400 actores, cantantes, bailarines y figurantes. Hay cafeterías -antes se llamaban ambigú- y un delicioso restaurante que sirve meriendas por las tardes y cenas tras la representación. Lo rige el gran restaurador José Luis y, al parecer, encontrar una mesa es más dificultoso que conseguir un palco, el mismo día, para La Bohème, por ejemplo. El acceso a los distintos pisos está asegurado por ascensores estratégicos. Un salón frontal brinda, a través de altas cristaleras, una visión impresionante de la plaza de Oriente y el Palacio Real.

La decoración es sobria y grandiosa al tiempo, y son sabidas las inmejorables condiciones acústicas de la sala, con capacidad para 1.750 espectadores. Ópera, ballet, conciertos tienen ahí, sin duda, el mejor marco. Los aficionados conocen estos pormenores, pero me permito recomendar esa instructiva y sorprendente visita que, por cien duros, levanta considerablemente la moral y el orgullo de cuantos vivimos en esta ciudad. Podremos asegurar que, aunque Madrid siga siendo una urbe inacabada e inacabable, el Teatro Real o de la Ópera es algo que se aproxima a la perfección.

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