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El porno

El pene gigante del conde Lequio ha ido desvelándose día tras día como un asunto de la mayor significación. A la cultura falocrática de consumo sigue hoy el progresivo despiece del cuerpo masculino para el disfrute de las hembras, tal como hicieron los machos hasta ahora troceando el cuerpo de la mujer.En Francia, tres directoras, Laetitia Masson, Brigitte Roüan y Catherine Breillat, han estrenado sus respectivas películas X. La cinta de la primera, A vendre, remite a la etimología griega de "porno", pernemi (vender). La obra de la segunda es Post coitum, animal triste y, la de la tercera, Romance, ahora en las salas españolas. En ninguno de estos tres filmes, como corresponde a su género, hay misterio ni cortejo alguno ni tampoco se muestran idealizaciones o referencias a un más allá. Todo el contacto se cumple en un presente irradiado, carne a carne y tegumento a tegumento, hasta sorber la mímima humedad del pliegue o husmear la víscera hasta el punto más umbrío. Dentro de esa acción, el pene del protagonista de Romance, Rocco Sifredi, posee una longitud de 24 centímetros y, sobre este dato, se apoya la publicidad del filme. Frente a los miles de millones de la producción de Hollywood, un cuarto de metro enervado.

Frente a la censura sexual del cine norteamericano, la exacerbación de un porno creado por mujeres que dictamina, en la conclusión del XX, la definitiva exterminación del romanticismo decimonónico y el fin de la ideología del amor.

De casi todo se ha proclamado ya el ocaso: fin de la historia, fin de la ciencia, fin de las vanguardias, fin del comunismo o del relato; el fin, ahora, del amor. En el porno, nadie espera que haya amor o suceda nada que no se sepa previamente: no hay suspense, no hay ambigüedad ni existirá efecto alguno. La mujer tradicional parecía atrapada en este expediente vacío como víctima de otra explotación más. Pero ¿qué sucede ahora con el hombre en manos de una nueva feminidad? El pene, habiendo perdido la exclusividad de la reproducción, puede convertirse en simple artilugio de placer: idóneo para el juego, apto para el peso, la medida, la comparación lúdica, lasciva o competitiva en los nuevos dominios de la mujer.

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