Un verano al fresco

POSTALESMaría del Carmen Ávila espera con la misma ansiedad que su hija de 10 años que lleguen las vacaciones escolares. Es el momento que aprovecha para desplazarse a 12 kilómetros de Jaén capital, donde tiene su domicilio habitual, hasta la localidad de Los Villares. Es poca distancia, pero supone un abismo en la forma de vida. Son sus vacaciones, que se prolongan hasta el día antes de que comience el colegio. Como ella, son varios miles de personas las que deciden pasar el verano en este pequeño pueblo enclavado en la montaña famoso por la calidad de su agua. María del Carmen Ávila es empleada municipal y desde hace ocho años pasa los meses más calurosos del año al abrigo de los montes. "La diferencia con Jaén es exagerada. En Los Villares no hay agobio, se duerme sin calor, los niños pueden estar en la calle y te encuentras a un montón de amigos", explica. Los Villares, durante los meses de verano, duplica su población. 5.000 habitantes viven habitualmente en la localidad, que en julio ya ha alcanzado la cifra de 9.500. Los diez minutos escasos de viaje en coche que separan a la capital de esta sierra son el elemento determinante para ser elegida como lugar de descanso y refugio para los calurosos días que se soportan en Jaén. Los que se escapan a este pueblecito buscan, sobre todo, las noches con aire fresco imposibles de lograr en la capital. Las antiguas y estrechas calles de esta localidad ofrecen un aliciente para el paseo. La configuración original del pueblo se mantiene en el centro y se ha modificado el paisaje en las inmediaciones con las nuevas colonias residenciales que quedan desiertas en los meses de invierno. "Algunos años voy unos días a la playa, pero la verdad es que aquí estoy la mar de bien". Lo dice desde un espacioso piso que forma parte de una de las nuevas urbanizaciones que se construyen en la localidad. Tres dormitorios, salón, cuarto de baño, cocina, lavadero y dos terrazas son el espacio en el que viven María del Carmen, su hija y sus padres. Comparten la casa durante estos meses desde que hace ocho años María del Carmen se quedó viuda. "De día hace calor en todos sitios, pero por lo menos hay cuatro grados menos que en Jaén y por la noche hay que cerrar las ventanas porque se pasa frío", comenta. Su hija empieza el día en la piscina y termina con el paseo antes de ir a la cama. "De Los Villares me gusta todo", dice la madre. El paseíto después de cenar es uno de los mayores placeres. Primero al parque, donde bebe agua de la fuente de la que muchas personas se llevan provisiones en garrafas. Luego, termina en la heladería, "al fresquito". En Los Villares se está tan bien como en la playa. Para su gusto incluso mejor, porque encuentra la tranquilidad que ella no encuentra en julio y agosto junto al mar. "No hay tanto ruido y también hay bares al aire libre", resalta. Otra ventaja es la económica. Unas vacaciones en una segunda casa no tienen nada que ver con las cuentas de un hotel o el alquiler de un apartamento. "Lo único que gasto más es lo que supone salir todas las noches, aparte de juntarnos más gente a comer". Mari Carmen Quirós, su hija, no sabe de cuentas para llegar a fin de mes, pero cuando hay que marchar de Los Villares agarra un buen disgusto. "Claro, aquí tiene menos control", justifica la madre.