Esperando al Mesías
Lo bueno de estos festejos de promoción es que, como su propio nombre indica, se da oportunidad de torear a los aspirantes a figuras y demostrar sus cualidades artísticas. Lo bueno suele ser también que resultan muy entretenidas y la afición se encuentra con grandes sorpresas. En realidad la afición acude a comprobar si entre los meritorios está el Mesías prometido. Se le busca y se le espera, es cierto. Anda la fiesta tan crítica y decadente -tan mustia y chuchurría, dirá un clásico- que ese Mesias anunciado en la liturgia táurica se ha convertido en necesidad perentoria. La fiesta ya no aguanta más. Si tarda, ya no la salva ni dios. O sea, él.Nada hizo concebir la evidencia de que entre los seis neófitos estaba el Mesías salvador de la fiesta secular y mágica. Pero uno tampoco lo descartaría. Los mesías -quienes han leído lo saben- vienen de incógnito. En La tournée de Dios que escribió Jardiel Poncela, el Mesías aparecía en este valle de lagrimas transmutado en hombrecillo insignificante vestido con un guardapolvo gris.
Domecq / Seis espadas
Erales de Santiago Domecq, bien presentados, en general fuertes, todos con encastada nobleza. Lumbrerita: pinchazo y estocada (oreja). Fernando López: pinchazo perdiendo la muleta -aviso- y bajonazo (vuelta). Carlos Barón: pinchazo hondo -aviso-, rueda de peones y cuatro descabellos (vuelta). El Javi: estocada corta saliendo desarmado y perseguido, rueda de peones, pinchazo hondo perpendicular delantero -primer aviso con retraso-, pinchazo, dos pinchazos hondos perpendiculares pescueceros, rueda de peones, descabello -segundo aviso con retraso- y descabello (ovación y salida al tercio). Juan Romo: estocada corta delantera (oreja con escasa petición). José Luis Miñarro: tres pinchazos, estocada -aviso- y dobla el novillo (aplausos y saludos). Los seis, alumnos de la Escola Taurina de València.Plaza de Valencia, 19 de julio. 2ª corrida de feria. Menos de media entrada. Esperando al Mesías
Son cosas de los mesías: irse apareciendo poco a poco para no producir un sobresalto y poner de infarto a media Humanidad. Si ahora apareciera de repente un Joselito maestro dominador con su quite del bú y todo, o un Belmonte sacándose del sobaquillo la media belmontina, a la afición la daba un flux.
¿Quién podría negar, sin embargo, que el mesías del toreo no estuviera en El Javi? El Javi, un niño, niño auténtico, de los que lo parecen, al que apetecía regalarle la Posición fortificada, hizo un toreo importante. Un toreo de largura insuperable, de mando férreo, de templanza exquisita. Caray con El Javi. Más bajito que el eralote, se agigantaba en las reunidas tandas de redondos y naturales que dio, abrochadas con hondos pases de pecho. Claro que, tan pequeñín, no alcanzaba a matar, pinchó donde podía, oyó dos avisos y aunque la afición le ovacionó con calor, se retiró hecho un mar de lágrimas. Candidatos a mesías había otros. Por sus obras le reconoceréis. Allí Lumbrerita, variado capoteador, mediocre muletero salvo cuando juntaba las zapatillas y entonces, igual a derechas que a izquierdas, el toreo le salía bordado.
El eral de Lumbrerita embestía con nobleza, y pareció que había tenido suerte, mas pudo comprobarse a continuación que todos dispusieron de igual género. Los pupilos de Domecq, no fáciles a causa de su temperamento enterizo, poseían excelencia por su encastada nobleza.
Rasgos de mesías taurino mostró Fernando López -hermano mayor de El Javi- por la larga cambiada en la que resultó arrollado y salvó la piel de milagro; por su corajudo faenar, por su generosa entrega. Y Carlos Barón, que iba de mediocre y en cambio hizo sin mácula, mayestático y preciosista, el toreo al natural. Y José Luis Miñarro que, dentro de sus muchas carencias, esa suerte al natural la interpretó mejor que nadie, incluidas la ganacia de terrenos, la ligazón y el temple que constituyen su fundamento. Y Juan Romo, tesonero, voluntarioso, inacabable en la ejecución de los pases propios de la fiesta necesitada de redención.
Unos por otros, la novillada se llenó de lagunas, según corresponde cuando actúan torerillos en ciernes, carentes de experiencia. Unos por otros exhibieron en diversos pasajes y a impulso de las aleatorias inspiraciones lo mejor del arte de torear.
Los mestres Víctor Manuel Blázquez y Ángel de la Rosa, bajo la dirección del mestre mayor El Turia, les han enseñado mucho y bien. A los dos primeros quisiera ver la afición en el coso de Valencia, que es su tierra, pues ambos atesoran una torería indiscutible. Pero no los contratan; ni en su tierra. El mundo empresarial taurino precisa asimismo con urgencia un mesías que venga y eche a los mercaderes del templo. A gorrazos, si es preciso. ¡Oh qué maravilloso sueño si se produjera semejante prodigio.
La corrida de hoy, 3ª de feria: novillos de Sánchez Arjona para José Manuel Montoliu, Juan Bautista y El Fandi. A las 19 horas.
Babelia
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