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Náufragos en tierra

Cuando uno se asoma a la bahía de todos los días no siente el bullicio de las ballenas, los delfines o las tortugas. Y sin embargo están ahí. Es cosa poco sabida, pero el Mar de Alborán, a medio camino entre el Mediterráneo y el Atlántico, desde el Cabo de Gata al Estrecho, es una zona privilegiada desde el punto de vista de la fauna marina. Por ella pasan muchas especies de cetáceos, de rorcuales a orcas, y también de quelonios, como las tortugas laúd. Allí se cruzan con grandes petroleros, barcos pesqueros y embarcaciones de recreo. Y el contacto entre ellos no es del todo pacífico, como explica cariacontecido Juan Jesús Martín, biólogo del Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas (CREMA), al hacer públicos unos datos que así lo muestran. En 1998, 73 cetáceos se quedaron varados en las costas de la provincia de Málaga. Esto significa un crecimiento de un 166% respecto a los hallazgos del año anterior. La mayoría eran delfines comunes, delfines listados y calderones grises; 69 de ellos estaban ya muertos. En cuanto a las tortugas, aparecieron 12, un 150% más que en 1997. Las razones que llevan a estos animales a encallar en tierra son diversas. Los delfines suelen enredarse en redes y trasmallos; las tortugas pican en los anzuelos de los palangres, son atropelladas por lanchas motoras o confunden cualquier plástico flotante con las medusas que comen habitualmente, y acaban asfixiadas. Hay otras causas de enfermedad y muerte: los vertidos tóxicos -organoclorados que se usan como pesticidas, metales pesados procedentes de la industria-, que se acumulan en el organismo de los animales marinos y les producen problemas hepáticos crónicos, alteraciones del sistema nervioso, dolencias hormonales... Su sistema inmunológico se empobrece mucho, y son más susceptibles ante virus, bacterias, parásitos... Como resultado de tantos males, los cetáceos se debilitan y se desorientan; buscan aguas bajas para evitarse el trabajo de subir a respirar a la superficie, y terminan varados. Y si se quedan expuestos al sol, se deshidratan y mueren. Pero no todos. Algunos son rescatados con vida y trasladados -en ambulancias que llevan tanques incorporados- a las instalaciones del CREMA, en Málaga. El delfín agobiado Juan Jesús Martín, biólogo de este centro, que se creó hace diez años gracias a un convenio entre el Aula del Mar y la Junta, cuenta cómo se prestan los primeros auxilios a un delfín. "Hay que cubrirle la piel con paños húmedos, dejando fuera el espiráculo, el orificio por el que respira. Y es importante mantener a la gente a distancia, para que el animal no se agobie". Martín recalca que los cetáceos no están acostumbrados a las personas, y son tan sensibles que incluso pueden morir de un infarto. "Cuando los bañistas se les arremolinan alrededor, cierran los ojos, del miedo que pasan". El delfín se traslada al CREMA, donde, si es necesario, se le interviene quirúrgicamente o se le medica. "Se parecen mucho a nosotros: por más que tengan aspecto de peces, son mamíferos", recuerda Martín. "A veces vienen resfriados, les damos antibióticos y se curan sin problemas". Pero lo más común es que lleguen en muy mal estado, con lo que apenas sobrevive el 20% de los pacientes ingresados. Ahora mismo hay 11 tortugas, más o menos convalecientes, en las dependencias de este peculiar hospital. Peculiar porque en el mismo edificio hay un museo, con acuario incluido, y una minúscula sala de cine donde se proyectan audiovisuales de divulgación, y una tiendecita que vende cualquier cosa con escamas, para niños y adultos interesados en las cosas del mar. Todos los cuales podrán aprovechar el día de hoy, en el que se celebra la Jornada del Litoral Andaluz, para disfrutar de los actos programados en la playa del Cañuelo, en el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo, cerca de Nerja. Allí habrá una carpa informativa, visitas terrestres y submarinas, un simulacro de varamiento y una suelta de tortugas y de peces propios del lugar; meros, sargos, congrios, morenas...

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