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CICLISMO Tour

Guerra entre españoles por el podio

El italiano Guerini gana en L'Alpe d'Huez, Armstrong mantiene su ventaja, y Olano cede más de un minuto

Luis Gómez

La segunda etapa de los Alpes discurrió en asuntos de menor cuantía en los que el pelotón español ha puesto todo su interés. Armstrong vivió una jornada relativamente confortable y no puede decirse que se sintiera agredido en momento alguno. La batalla no fue con él, porque a su alrededor se ha establecido una tregua: de tal tamaño es la ventaja de que dispone, desconocida en los tiempos modernos (ni Induráin, ni Ullrich disfrutaron de tantos minutos de diferencia a la novena etapa de carrera), que los actores de reparto se han puesto a otra tarea. Comienza la lucha por el podio, posición que siempre da lustre y justifica el salario del año. De esa forma, la ascensión final tuvo un ritmo sostenido, no revistió gran intensidad, y benefició la acción final de Guerini, cuyo único propósito era el de ganar la etapa en una cima de gran predicamento en Italia. La intentona de Guerini estuvo a punto de fracasar al cruzársele un aficionado deseoso de tomar una foto: "Pensé que se iría a la derecha y me lo encontré a la izquierda". Guerini tuvo tiempo para levantarse y llegar con 21 segundos de ventaja, lo que da una idea de que, detrás suyo, no iban precisamente a ritmo de caza. De todo cuanto sucedió a lo largo de los 220 kilómetros entre Sestriere y L'Alpe d'Huez, que no fue mucho, pueden extraerse un par de conclusiones: que los equipos franceses buscaron un triunfo de etapa en el día de la fiesta nacional (larga escapada de Heulot y Bourguignon) y que tanto el Banesto como el Kelme se movilizaron con la intención de desalojar a Olano del podio. Formalmente, no hubo una ofensiva contra el líder, salvo que Armstrong hubiera dado muestras de flaqueza, que no fue el caso. Armstrong se limitó a estar en su sitio, sólo respondió a Zülle, y no quiso, o no pudo, emplearse en otra exhibición. No suelen estar bien vistos los excesos en estos tiempos: en la memoria colectiva aún permanece lo que hizo Pantani en el Giro; por otro lado, un líder ambicioso termina siendo antipático para sus rivales. Sea, pues, que Armstrong limitó sus energías a vigilar el tráfico, y que los españoles anduvieron a la greña en el buen sentido de la palabra.

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Porque la emoción ha quedado reducida a la lucha por el podio y en ese punto guarda un indudable interés local. Descontado Armstrong, las diferencias entre los seis corredores que le siguen son de otro tenor. Cinco segundos separan ahora a Olano de Zülle, 1.11 a Olano de Escartín, 2.20 a Olano de Virenque y 2.36 a Olano de Tonkov. De esta pelea ha quedado descartado ya Casero, que tendrá serias dificultades para estar entre los 10 primeros. La situación deja fuera de dudas que tres de los cuatro equipos españoles tienen intereses en juego y no precisamente coincidentes. La carrera irá estableciendo acuerdos temporables o conflictos irreconciliables. Tal fue el caso de ayer, donde no puede negarse que tanto Banesto como Kelme colaboraron activamente para que el pelotón llegara con más chispa al pie de la última montaña: justo a quien menos le interesaba eso era a Olano. Claro está que lo que ayer quedó reducido a un dos contra uno, puede volverse de otro color cualquier día. Olano puede respirar tranquilo por el momento: pasar los Alpes aguantando la segunda posición no deja de ser una buena noticia para él.

En esos cálculos de salón, el mejor parado es Zülle, quien se ha colocado ya en el podio con más facilidad de lo que hacían prever los seis minutos desaprovechados en el pasaje del Gois (sin ese incidente, Zülle estaría a 1.44 minutos de Armstrong y la carrera tendría otro aspecto). Sus prestaciones tanto en montaña como en contrarreloj le otorgan cierta ventaja ante Olano y sus otros rivales, mayoritariamente escaladores. En esas, nos queda Escartín, que tiene el podio más cerca que nunca. La constancia de Escartín es digna de mejor premio, pero le queda todavía un largo viaje hasta París. El hombre lo intenta, se prodiga en saltos, mueve sus piezas, trabaja todos los días y ha dejado de ser el resistente de hace unos años. Le falta pegada para hacer daño y suerte para que la coyuntura le favorezca: Dufaux no acaba de descolgarse, Olano tampoco y Virenque empieza a entrar en escena progresivamente.

La segunda jornada alpina fue sensible a estas especulaciones. El pelotón mantuvo su aspecto hasta bien avanzada la ascensión a la Cruz de Hierro. La ausencia de ataques de envergadura dejaba bien a las claras que el personal pensaba dejarlo todo para Alpe d'Huez. A la base de este puerto, el pelotón conservaba los elementos imprescindibles una vez que Banesto y Kelme hicieron todo lo posible por animar la velocidad y comenzar a hacerle la vida difícil a Olano. La montaña hizo el resto: la selección natural, la imposibilidad de Olano por estar en primer plano, y la aceptación de que entre Zülle, Escartín, Virenque y Tonkov, no había grandes diferencias en la ascensión. Juntos acompañaron a Armstrong en el tramo final. Juntos aceptaron un desenlace sin violencia. Fue una ascensión mediocre que empieza a levantar especulaciones sobre lo contenidas que están las fuerzas en este Tour de la renovación. Pero ese es un asunto del que se debatirá con todos los datos en la mano cuando concluya la carrera. Ahora mismo, Armstrong manda, los demás lo aceptan y los españoles se miran de reojo.

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