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La hija del exilio

Albedina tiene las piernas encogidas. Todavía no se ha acostumbrado al amplio espacio que le ofrece el mundo. No es para menos, hace apenas dos días que salió del vientre materno. Ese mismo vientre que la protegió de los avatares de la diáspora albano-kosovar que sufrieron sus padres. Cuando los flashes de las cámaras de fotos descargan sobre ella, se despierta y lanza un quejido casi imperceptible. Sus padres se abrazan para la foto de rigor y esbozan una sonrisa que desvela mucha timidez y más gratitud. Albedina Selmani nació el lunes pasado a las 18.45 en el hospital comarcal de Antequera (Málaga) después de ocho horas de trabajo de parto. Es la primera niña de origen albano-kosovar nacida en Andalucía, hija de Hanife y Izjam (padre). El parto fue normal, pesó 2.600 gramos y tanto ella como su madre se encuentran en perfecto estado de salud. Si no hay complicaciones, las dos recibirán el alta el jueves. Hanife y Izjam no hablan ni jota de español, pero un portavoz del Centro Eurolatinoamericano de la Juventud (Ceulaj), donde se encuentran acogidos en la localidad malagueña de Mollina, ayuda a reconstruir su historia. El matrimonio es oriundo de la ciudad kosovar de Drobesh (Vtinja). Él era comerciante y ella, aunque titulada en Turismo, ama de casa. Ambos tienen 23 años. Antes de casarse ya habían elegido el nombre de la hija que algún día tendrían. Nunca imaginaron que la convulsionada historia de su país llevaría a Albedina a nacer tan lejos. Burbuje Ajeti, una prima de la familia que asistió al parto como intérprete y que comparte exilio con Hanife e Izjam, dice que el nombre de la pequeña no tiene un significado especial: "Es sólo un nombre". Los Selmani llegaron a Málaga con el contingente número 11, el pasado 16 de junio, cuando la madre estaba ya de ocho meses. Aunque tienen toda su familia en Kosovo y a nadie en España, dicen quienes los conocen que quieren quedarse aquí. Aquí, no está muy claro si será Andalucía, pero lo que es seguro es que volver, por ahora, no está en sus planes. Cuando sus padres llegaron al Ceulaj de Mollina dejaban atrás casi cuatro meses de penurias en el centro de refugiados de Stenkovac (Macedonia). Tal vez, cuando sea mayor, alguien le cuente a Albedina que el vientre de su madre la salvó de conocerlo. Quizás ningún trabajador del hospital sea capaz de situar Stenkovac en el mapa, pero todos saben que es una familia golpeada por la historia, así que el lenguaje no es una barrera a la hora de hacerlos sentir como en casa. El personal sanitario tiene que prepararse. Hay seis embarazadas más entre las refugiadas del Ceulaj. Una tiene fecha de parto para el sábado y dos más para el día 27. Cruz Roja ya ha gestionado la ropa, los pañales, la leche y todo lo necesario para que Albedina no eche nada en falta. Todavía no se sabe cuándo, ni a qué nuevo centro de acogida pasarán sus padres. Ellos, como el resto de los albano-kosovares alojados en Mollina, están a la espera de que se tramite su documentación. "Una vez que tengan los papeles, si encuentran un trabajo podrían irse a una casa, la estancia en Mollina no es obligatoria", comenta una de las voluntarias que cada día trabaja para hacer la estancia del contingente menos difícil. Por ahora Albedina no entiende de permisos de trabajo, campos de refugiados, Milosevics, serbios o limpiezas étnicas. Su mundo se limita a pedir teta.

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