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La píldora de Caín

El paisaje después de la batalla es digno del Bosco. Durante el fin de semana, el abigarramiento sanferminero alcanzó la trepidante densidad humana de algunas tablas de Brueghel el Viejo. Pintura flamenca en vivo y en directo: El barco de los locos, la Batalla entre el Carnaval y la Cuaresma, la Torre de Babel, Los siete pecados... Ahora, miles de extras caídos en el fragor de la batalla duermen en jardines deliciosos un sueño reparador. Tras haber visto en Pamplona tan portentoso tableau vivant, no hay judío o cristiano que piense seguir viaje hacia el Prado o el Guggenheim. En la trasera del Monumento a los Caídos, convertido en sede de la colección de arte contemporáneo del Ayuntamiento, parejas de bellos durmientes, tiernamente abrazados, componen su jardín de las delicias. El Bosco está fuera, pero hay que entrar al edificio. El monumento, de arquitectura caudillar, es hoy una ruina, con muchas más goteras que el Prado, que habla de lo efímero de todo sueño imperial. En la cúpula, semihoradada por la humedad, los santos y mártires de la Cruzada señalan rutas imperiales hacia Dios. La cúpula da miedo. No es sólo que su terribilidad asuste: es que va a venirse abajo. De vuelta a los jardines, en un banco queda un vestigio de los suplementos de fin de semana del New York Times. Ahí viene un amplio reportaje sobre la píldora del día siguiente, rebautizada por Juan Pablo II como "la píldora de Caín". Caín construyó ciudades y soñó con el progreso babélico de la humanidad. Según el reportaje, "la píldora de Caín puede dejar la guerra del aborto sin campo de batalla". Eso sería un progreso. Sin duda, entre los inventos decisivos del siglo XX está el fusil ametrallador, que ha compuesto tantos paisajes dantescos para después de la batalla. Ciertamente, la píldora de cada día (la antirresaca o la antibaby) ha influido decisivamente en la evolución de estas fiestas y su ciudad, Pamplona, la de los jardines deliciosos, la de tantas santas batallas.

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