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Cipollini vive en el podio

El italiano logra su cuarta victoria consecutiva, pero hoy habrá cambio de gobierno en el Tour

Luis Gómez

Mario Cipollini dejará este Tour con su prestigio intacto, y aun mejorado, después de cuatro victorias consecutivas, algo que nadie había logrado desde que lo consiguió el francés Charles Pelissier en 1930. Ayer sumó la cuarta, favorecida por el hecho de que a Zabel se le salieron los pies de las sujeciones en plena aceleración. Los llegadores han limitado el debate en el Tour a su mínima expresión: se han repartido todo el botín de la primera semana y no han permitido observar casi ningún detalle. Recorridos ya 1.411 kilómetros de carrera, toda la chicha se limita al cacareado pasaje del Gois. A salvo de ese incidente, y el asomo de polémica que trajo consigo, nada se sabe de quienes aspiran a la victoria. Tan largo entreacto acabará hoy, día de la contrarreloj, jornada señalada para medir las fuerzas y jerarquizar un pelotón prácticamente anónimo.

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Tras la cortina de humo, no vemos nada, no sabemos nada. Ni siquiera si hoy el español Abraham Olano estará a la altura de los acontecimientos: tiene ante sí la posibilidad de vestir de amarillo por primera vez en su carrera. No es una anécdota, no han sido muchos los españoles que lo han conseguido. Hoy habrá cambio de gobierno en el Tour.

Si Olano lograra el objetivo podría vanagloriarse de ser el primer ciclista español que ha vestido los cuatro grandes maillots del ciclismo: el amarillo Vuelta a España, el rosa Giro de Italia, el arcoiris de campeón del mundo y ese amarillo dorado del Tour que aún impresiona. Desde aquel 23 de julio de 1995, día en el que Induráin lo vistió por última vez en París, el aficionado español sigue preguntándose si volverá a ver algo parecido o ha de darse por satisfecho y dejar transcurrir el curso de varias generaciones hasta la llegada de un sucesor. Cómo pasa el tiempo.

Olano no es el sucesor de Induráin, quizás nadie pueda serlo, pero Olano se juega su derecho a disfrutar de un palmarés notable. Y en esos asuntos, vestir de amarillo en el Tour son palabras mayores.

La etapa de ayer, a pesar de la presencia de rachas de viento de costado y de un recorrido más entreverado, no modificó el modus operandi del pelotón: una larga escapada caducaba a pocos kilómetros de la meta. En el ínterin, no más noticias que relatar un par de caídas, una que afectó a Zabel y otra que dio con los huesos de Zülle en el suelo, suceso que viene a ser una costumbre del corredor suizo que tiene con el alma en vilo a los mentores de Banesto. Estaba José Miguel Echávarri disfrutando de un café en un modesto establecimiento a 20 kilómetros de la meta cuando una llamada telefónica le sirvió el detalle: Zülle se había caído, había sufrido golpes en codo y rodilla, se había reintegrado al pelotón y el percance parecía no revestir gran importancia. Con Zülle, Echávarri no gana para sustos, pero se lo ha tomado con buena presencia de ánimo: no estaba dispuesto a que se le indigestara el café. Lo terminó pacientemente, volvió a la carretera y se dirigió a la meta consciente de que en este Tour no va a tener un día tranquilo.

La caza de los fugados, Lebreton (Bigmat) y Durand (Lotto), comenzó a la hora prevista y se resolvió con la eficacia de costumbre. Finalmente, Cipollini puso la firma en la última pedalada. A nadie se le vio dar órdenes, ni manejar el ritmo de marcha. Diríase que el pelotón se maneja solo, diríase que se ha vuelto anónimo, que se alimenta de una voluntad colectiva, donde se han refugiado todos cuantos se consideran aspirantes, que seguramente serán muchos más de cuantos imaginamos en los pronósticos. Porque ese trayecto monótono no ha sembrado grandes dudas, salvo para Zulle, Gotti y Boogerd, y ha permitido llegar a mucha gente, por ejemplo a Escartín, Virenque y Tonkov sin ir más lejos, con todos sus números en orden a la cita de hoy, al primer cara a cara. Hoy no habrá pelotón, ni aspirantes en el anonimato. Hoy habrá cambio de gobierno. Hoy, también, Olano tiene una cita inexcusable con el maillot amarillo.

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