El presidente de Venezuela amenaza con dar un golpe de Estado al estilo de Fujimori Hugo
Chávez asciende, pese al veto explícito del Congreso, a 34 militares
Es probable que ni el mismo presidente de Venezuela, Hugo Chávez, lleve la cuenta de las veces que ha amenazado con disolver el Congreso, la Corte Suprema de Justicia y toda institución que se le oponga, incluso desde antes de ganar las elecciones, el pasado diciembre. La última vez fue el jueves, cuando afirmó que el Congreso tiene sus días contados porque la Comisión de Defensa del Senado decidió vetar 34 de los 267 ascensos militares que él había propuesto a su consideración. El viernes, pese al veto, los ascendió. Una semana antes había dicho que podía dar un fujimorazo.
Pero Chávez da otra versión de ese eventual autogolpe cuando habla con la prensa extranjera. El pasado miércoles, al término en Río de Janeiro de la cumbre de la Unión Europea y América Latina, el presidente aseguró en rueda de prensa que es el pueblo venezolano el que pide el autogolpe presidencial. Una revelación sorprendente cuando, según las encuestas, más del 80% de la población prefiere la democracia y rechaza la dictadura, y nadie salió a la calle a respaldar sus dos intentonas golpistas del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992. También el viernes, tras su entrevista con el presidente español, José María Aznar, desmintió que preparara un golpe y habló de su intención de pacificar y reconstruir Venezuela. De momento, en Caracas sólo se han visto pequeños grupos de 50 a 200 personas que piden la disolución del Congreso y de la Corte Suprema de Justicia. El presidente venezolano, que hace siete años encabezó el frustrado golpe del 4 de febrero cuando era teniente coronel paracaidista, siempre se ha llevado mal con los políticos, incluso con los que le llevaron al poder, la alianza izquierdista del Polo Patriótico. Su dedo es el que elige a los candidatos del Polo para la Asamblea Nacional Constituyente y decide hacerles la campaña con recursos del Estado.
Iniciativa cívico-militar
Chávez confía poco en sus aliados civiles y sabe que su base de apoyo está en las Fuerzas Armadas. De ahí que siempre reivindique a sus compañeros de armas y se enfrente al Congreso por los ascensos militares. Una iniciativa que el viernes llevó a cabo, contra la opinión los senadores, promocionando a todos los oficiales de la lista. Uno de sus consejeros más destacados es el argentino Norberto Ceresole, quien ha señalado la necesidad de crear un partido cívico-militar y liquidar a los partidos tradicionales. El auge militarista de Chávez empezó dos días después de su toma de posesión, cuando glorificó la sublevación del 4 de febrero. Desde entonces, los militares han ido ocupando cada vez mayor espacio en la sociedad venezolana. En primer lugar, ha puesto a sus compañeros de armas en puestos clave de su Gobierno y la mayoría de los viceministros son militares. También son uniformados los que dirigen la policía política, la Disip. En la policía civil, la técnica judicial, unos 160 comisarios han dimitido en protesta por la designación de un militar al frente del Ministerio de Justicia, del que dependen.
Además, con dinero de los fondos reservados de la Presidencia, Chávez ha iniciado el programa Bolívar 2000, en el que soldados, junto con trabajadores civiles, reparan escuelas, carreteras, edificaciones públicas, prestan asistencia médica y sanitaria a los indigentes, instalan mercados populares improvisados y reparten comida a los hambrientos.
La oposición política duda de la efectividad de este programa militar, pues las obras sociales son competencia y obligación de los civiles en las gobernaciones y ayuntamientos. El gobernador del Zulia, Francisco Arias Cárdenas, que participó en el golpe con Chávez, ha dicho que era peligroso asignarle mil millones de dólares a las Fuerzas Armadas para la construcción de viviendas de interés social, porque podían caer en corruptelas. El ministro de Defensa, el general Raúl Salazar, ha asegurado que las Fuerzas Armadas "no caerán en la tentación de la corrupción".
Otro dato de la creciente militarización de la sociedad venezolana es que los chicos de las escuelas públicas tendrán una nueva asignatura a partir de septiembre, llamada instrucción premilitar, que será impartida por los uniformados. También empezarán a funcionar 500 escuelas
los cuarteles servirán para albergar 30 institutos tecnológicos nuevos. Chávez niega que estos proyectos supongan una "militarización" de la sociedad, pero también quiere darles a los uniformados el derecho a votar en las elecciones.
Pese a que los militares son la niña de los ojos de Chávez, el expresidente Carlos Andrés Pérez considera que no todos los uniformados están monolíticamente con el jefe del Estado, aunque lamenta, fatalista, que Venezuela "va hacia una dictadura".
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