LA HORMA DE MI SOMBRERO "Me lo dijo Pérez..." JOAN DE SAGARRA
Cuando terminamos el bachillerato, a mediados de los cincuenta, los jesuitas de Sarrià nos montaron el típico viaje de fin de curso a Mallorca. Cuando llegamos al puerto de Palma, en aquel mes de mayo de 1955, pocos de mis amigos, condiscípulos de los jesuitas de Sarrià, tenían una idea más o menos correcta -política, ética o literaria, por no decir ecológica, palabreja desconocida para nosotros en aquellos años- de la isla. La única idea que se imponía, durante la travesía, de la isla, de la capital, Palma, era de la boîte Tito"s, un antro lleno de mujeres con piernas como abedules, que hablaban extrañas lenguas y que el guaperas de nuestro curso, Sito Blanch, tenía, al parecer, controladas. Sito era el "macarra" de nuestro curso. Él era quien pasaba los veranos en Palma, quien sabía. Porque unos adolescentes que llegaban a Palma con el Kyrie eleison, Christe eleison, Christe audi nos, Christe exaudi nos... pegado a los labios, lo único que queríamos saber es lo que sabía Sito. Y Sito, al parecer, lo sabía todo. Yo no sabía tanto como Sito -a quien tímidamente admiraba-, pero alguna cosa sí sabía sobre Palma, y sobre Tito"s. Dos años antes de aquel viaje de fin de curso había pasado un verano en el Terreno y, con un esmoquin blanco, había cruzado con mis padres la puerta de Tito"s para acabar bailando Papa loves mambo con la hija de un alto funcionario de Aduanas, gallego, a cuya hija, monina, cuando la llevé a tomar un refresco no se me ocurrió otra cosa que recitarle El pi de Formentor -"amunt, ànima forta!"-, con lo que quedé definitivamente como un idiota. Para mí, entre 1953 y 1955, Palma, y Mallorca, era un terreno que se alimentaba de las poesías de mosén Costa i Llovera y de don Joan Alcover -La serra-, que yo me sabía de memoria, más la Mort de dama, de Dhey, de Llorenç Villalonga, y Les grand cimetières sous la lune, de Bernanos, y otros poemas que también me sabía y sigo sabiéndome de memoria, como la Oració per a quan les donzelles tenen mal de cap o Castell de Bellver, de Bartomeu Roselló-Pòrcel. Han pasado los años y mi imagen de Palma, y de Mallorca, sigue siéndome escandalosamente poética. Blai Bonet sustituyó a Roselló-Pòrcel, Biel Mesquida a Villalonga, pero ni Maria de la Pau Janer ni la mismísima Maria del Mar Bonet, con quien compartí noches y noches de copas en el Pub de Tuset, cuando le aconsejaba que se exiliase, que cantase con Moustaki en Ankara o en Fez, han conseguido que superase mi complejo de inferioridad ante Sito Blanch y la pésima actuación -aunque, la verdad, yo recitaba y sigo recitando muy bien- ante la hija, monina, del alto funcionario de Aduanas. Aquella Palma, Mallorca poética, ética (Bernanos), literaria (Villalonga) y política (Gabriel Alomar, "Es Barrufet", el demonio, como le decía Toni Maria Alcover a mi padre); una Palma de golosinas, que llegaron a amargarme los versos de Blai y su excelsa prosa -El mar-, y aquellas piernas, de carne y de nervio que no de abedul, de la hija del cacique mallorquín maridada con un piloto de guerra e ingenuamente comprometida en una transición de zulos y etarras, con la que Terenci Moix y un servidor compartimos cama en el Lutetia del bulevar Raspaill; a aquella Palma, a aquella Mallorca poética y, en definitiva, frustrante a pesar de la amistad con Blai -y con Biel Mesquida- y de aquellas piernas de carne y de nervio de la hija del cacique, se vienen a sumar hoy las páginas de Llorenç Capellà: La Mallorca del clavell (di7 Edició. Palma, 1999). ¡Qué regalo me hace, nos hace, Capellà! Capellà, en su recorrido por la Palma, la Mallorca de este siglo, de su castellanización, querida y ridícula, impuesta y sufrida; a través del destripamiento de la "calma" mallorquinista que apunta el "radical" y clarividente Alomar, Capellà me devuelve esa seguridad que yo jamás tuve cuando estrenaba mi esmoquin blanco en Tito"s. Y me hace pensar que Blanca de Parma -"una de les artistes de cuplet que més esperances va despertar entre els habituals al Teatre Líric"- tal vez fuese la abuela inconfesable de Paula de Parma, la musa de Enrique Vila-Matas. Y que Antoni Piña, gran aficionado a la ópera, viajando con unos amigos mallorquines, al encontrarse en Venecia con un gondolero que no sabía cantar, indignado, le escupió: "Rema, fill de la gran puta. Rema i calla, que no saps cantar!". A lo que el gondolero le respondió: "Miri, don Toni, que ací no és com a Palma, que té amics pertot. Qui ha de callar és vosté. I si no calla doni per fet que el tiraré de cap a l"aigua". Me hace pensar que Antoni Piña, o el gondolero, pudiese ser un antepasado de José Carlos Llop. "Me lo dijo Pérez, que estuvo en Mallorca...". "Trashumante vagabundo / voy vagando sin cesar / todo el mundo recorriendo / repitiendo ese cantar: / Tras, tris, tras, tris / Tras, tris / Tras, tris". (Los Trashumantes, Palma, 1943).
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