La hora de Zaplana
MANUEL PERIS La espectacular victoria de Eduardo Zaplana en las elecciones del 13 de junio y la holgada mayoría absoluta de la que gozará en la Cortes Valencianas, le sitúan en una posición cualitativamente distinta a la que disfrutaba de la legislatura anterior. No se trata ya de que, obviamente, queda libre de hipotecas como el pacto del pollo suscrito con los que fueron sus socios en la pasada legislatura. Es que además, al haber barrido prácticamente del mapa electoral a Unión Valenciana, deja al PP en una situación de hecho de partido único de la derecha valenciana. Las deserciones que se están produciendo en la cúpula del partido regionalista hacen prever que posiblemente la formación acabe liquidada por derribo a la vuelta del verano. Habrá que estar atentos al transfuguismo local, porque lo que hagan los concejales de Unión Valenciana en los ayuntamientos en los que ha obtenido representación, dará la medida de la velocidad de la metástasis. Una parte de ese regionalismo ya fue absorbido durante la batalla preelectoral a golpe de talonario político. Otra parte se está negociando ahora a precio de saldo, como si fueran las rebajas del verano. A medida que se acerque el ferragosto los restos de Unión Valenciana valdrán cada día menos en el mercado clientelar del que son esclavos muchos profesionales de la política. Pero en todo caso, quedarán unos mínimos que en medio de la tempestad se atarán al palo de la nave, sellarán sus oídos con esencias ante los cantos de sirena y tratarán de mantenerse a flote en la larga travesía que les depara la nueva legislatura. Cuestión distinta es saber cómo metabolizará el PP los residuos de Unión Valenciana una vez que la nueva legislatura eche a andar. El asunto entonces no será tanto un tema de cuotas de poder institucional, sino más bien el espacio de maniobra que se le dé a un regionalismo en gran medida interiorizado, que pese a todo y en sus momentos más bajos, ha cosechado el mismo apoyo electoral que el nacionalismo del Bloc en su apogeo. Aunque en esto también se ha producido un cambio cualitativo en el mapa político valenciano y a pesar de esa equivalencia numérica, lo bien cierto es que frente a un regionalismo decadente, el nacionalismo del Bloc aparece después del 13-J como una fuerza emergente, a pesar de no haber rebasado la barrera electoral. Añádase a todo ello la demostrada capacidad de resistencia del Bloc y su significativa implantación en un sector ideológicamente clave como es el de la educación y entenderemos mejor la profundidad del cambio operado tras las elecciones autonómicas. A menos de nueve meses de las elecciones generales y a la velocidad que se está descomponiendo Unión Valenciana, no es aventurado adelantar que los próximos comicios generales podrían reflejar perfectamente el principio de esa nueva situación con un resultado en el que la nostra veu en Madrit se expresara en valenciano normativo. En cualquier caso, la progresión electoral de Zaplana respecto a cualquier otro barón de la derecha ha sido tan grande que deja más abierta que nunca todas las puertas para sus ambiciones políticas, de forma tal que la nueva legislatura autonómica tendrá que leerse en una doble clave sucesoria, las llaves a las que aspira en Madrid y las que pretenderá dejar atadas y bien atadas en Valencia.
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