Una investigación culpa a un grupo de militares de los hechos de Tlatelolco
La matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco no fue obra de la cúpula del Ejército mexicano ni una provocación estudiantil, sino acción deliberada de un grupo de 10 oficiales, armados con metralletas, dirigido por el general Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial durante el Gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Los oficiales se dirigieron a la Plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México con la instrucción precisa de abrir fuego contra la multitud. Las revelaciones vienen contenidas en el libro Parte de guerra. Tlatelolco 1968, de Julio Scherer García y Carlos Monsiváis, publicado por la editorial Aguilar y puesto ayer a la venta. Esta versión de la matanza corresponde al general Marcelino García Barragán, combatiente en la revolución mexicana (1910), ministro de Defensa durante el movimiento estudiantil del 68 y, por tanto, jefe del Ejército. Las principales culpas habían sido atribuidas al Batallón Olimpia, unidad secreta del Ejército. En la documentación del archivo militar constan las respuestas dadas por el tigre Marcelino a propósito de la matanza. "Esos terroristas eran oficiales del Estado Mayor que recibieron entrenamiento para este tipo de actos, concebidos y entrenados por el jefe del Estado Mayor Presidencial".
Hasta ahora las responsabilidades de aquellos hechos, en los cuales murieron cientos de personas según cálculos no oficiales, habían quedado ocultas en declaraciones exculpatorias de sus protagonistas: desde el presidente, Díaz Ordaz, o el ministro de Interior, Luis Echeverría, hasta los diferentes mandos policiales y castrenses. Barragán, de acuerdo con los informes, declaró en su informe que dio órdenes a las tropas de "actuar con suma prudencia al entrar en contacto con las masas. Si el ataque es con piedras, varillas o cócteles mólotov buscad el combate cuerpo a cuerpo". "Aunque haya disparos por parte de los estudiantes", agregaba, "no se hará fuego hasta no tener cinco bajas por bala". Como responsable máximo del Ejército, García Barragan fue durante mucho tiempo uno de los sospechosos de estar al tanto de la matanza, por lo que tampoco cabe descartar que esta alegación de que pidió "prudencia" sea un intento de apartar de sí el juicio de la historia.
Estado de guerra
Los manifestantes de Tlatelolco estaban enemistados con el Gobierno, y así lo admite el general, y la revuelta estudiantil fue considerada como un virtual estado de guerra. Javier García Paniagua recibió una carta de su padre, el general Barragán, el hombre cuyo testimonio aporta datos trascendentales para entender mejor este episodio de la historia de México. En la carta explica: "El general Luis Gutiérrez Oropeza mandó apostar, en los diferentes sitios que daban a la plaza a 10 oficiales armados con metralletas con órdenes de disparar sobre la multitud allí reunida, y que fueron los actores de algunas bajas entre la gente del pueblo y soldados del Ejército". Oropeza, desde su retiro, negó ayer todas estas imputaciones.
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