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Entrevista:

"La negociación del Gobierno con ETA es un ejemplo de cómo no tratar asuntos de Estado"

Francesc Valls

Algunos ven en Josep Antoni Duran Lleida, nacido en Alcampell (Huesca) hace 47 años, el rostro más nítido del pospujolismo. Pero el líder de Unió Democràtica de Catalunya no quiere entrar en este tema. Unió ha decidido cerrar filas con sus socios de Convergència al menos hasta que pasen las autonómicas de otoño. Pregunta. Resultará curioso verle, como número ocho de la lista de CiU, intervenir en los mítines de las autonómicas justo antes que Jordi Pujol, el número uno.

Respuesta. Mi principal aportación a la campaña no será en función del lugar que ocupe en la lista, sino del lugar que ocupo realmente en el esquema de la coalición, y en cualquier caso como presidente del comité de gobierno de uno de los dos partidos.

P. Lo de ser número dos, ¿está definitivamente cerrado?

R. Sí, definitivamente. Creo, además, que no tiene sentido abrirlo ahora porque podría ser instrumentalizado por la oposición en sentido contrario al que podrían pretender los que de buena fe y desde CDC quisieran modificar el status y que Duran fuera en el número dos. Es un tema cerrado y reitero mi profunda vocación de no volverlo a abrir porque sé que comportaría problemas a la coalición, y Duran y Unió no deben comportar ninguno.

P. Lo que sí se ha convertido en un problema para la coalición han sido los resultados de CiU en las municipales.

R. No esperaba estos resultados. Quizá un ligero descenso de la coalición, pero más débil del que se ha producido. Nadie puede esconder que éstos no son unos resultados positivos, pero seguimos siendo la primera fuerza municipal. Los electores nos han mandado un mensaje clarísimo. Unos electores, por otra parte, muy inteligentes y muy complacientes con nosotros, porque no nos abandonan en favor de otra fuerza política, sino que se inclinan por la abstención. Para mí el elemento más importante, tanto en Cataluña como en España, es la abstención, que se traduce en una apatía creciente de los ciudadanos respecto a la actual dirección del sistema democrático. Y eso implica un cambio de reglas de juego.

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P. Pero el cuento de la lechera que preveía la dirección de CiU no se ha cumplido. Si se ganaban las municipales, decían ustedes, se salía con buen pie para las autonómicas, que por eso se celebrarán en otoño. De momento no se cumple ni la primera parte del cuento.

R. El calendario por el que finalmente optó el presidente de la Generalitat no es el mismo que yo hubiera hecho, aunque desde que lo decidió es también el mío. Había opiniones diferentes. Yo pensé que las elecciones municipales podían ser un factor positivo para los socialistas, porque era evidente que las principales ciudades de Cataluña difícilmente cambiarían de manos. No acepto los resultados como una hecatombe o como un precedente de apocalipsis de la coalición. Bajamos un poco en el conjunto de Cataluña y hay un gran descenso en Barcelona, donde creíamos tener más posibilidades.

P. Maragall y los socialistas ven estos resultados como el principio del fin de CiU.

R. Ojalá ellos basen su estrategia electoral en esta creencia. Será el prólogo de su fracaso. Raimon Obiols, un hombre con criterio y experiencia, ya advirtió en la noche electoral a su partido: "Atención, que éste no es un resultado extrapolable a las elecciones al Parlament". Y ésta es mi opinión. Los socialistas han ganado en anteriores ocasiones las municipales y en poco tiempo han perdido las del Parlament con mayoría absoluta de CiU.

P. El PP ha cumplido con el pacto de legislatura y ahora ustedes llegan a la recta hacia las autonómicas obligados a escenificar diferencias con ellos.

R. Sabíamos que en CiU sería difícil presentar un acuerdo con el PP a no ser que lo fundamentáramos en unos compromisos concretos. Y optamos por esta vía. Aznar, una vez cumplidos, se ha limitado a hacer su discurso, a decir: "Yo ya he cumplido mis compromisos y los otros [CiU] todavía tienen el compromiso de seguir respaldándome". Aznar ha sido cicatero en el reconocimiento de lo decisivo de nuestro grupo. Esto nos ha hecho daño, sin duda, pero me niego a situarlo como eje central del análisis de nuestros resultados. Los frutos de nuestra colaboración para Cataluña y para España están ahí.

P. Han podido desmarcarse poco.

R. No hemos sido lo suficientemente hábiles al administrar políticamente la relación con el Gobierno central. Ésta no debe pasar por votarle todo lo que necesite, sino por garantizar la estabilidad y la gobernabilidad. El PP en Cataluña, incluso votando a nuestro favor, ha hecho un discurso muy duro. El insulto, a veces, y las palabras más duras contra nosotros han venido del PP, no de los partidos de la oposición.

P. ¿Le ha parecido triunfalista el discurso del PP, actualizado en la intervención del presidente Aznar en el debate sobre el estado de la nación?

R. No comparto ese discurso ufano, este triunfalismo exagerado. No puedo negar que el balance es positivo, como representante de CiU me siento corresponsable de este balance. Se han hecho cosas positivas y España, en términos generales, va bien. Pero el "España va bien" no puede ir acompañado sólo del triunfalismo del Gobierno. España tiene por delante retos muy importantes y los próximos pueden ser años de sacrificios. El "España va bien" de hoy no permitirá garantizar el "España va bien" de mañana.

P. En ese mañana entra también la negociación con ETA.

R. Soy crítico con la actitud del Gobierno en la cuestión de la negociación con ETA. Aznar ha dado ejemplo de cómo no se deben abordar ciertos asuntos de Estado. Me estremeció verle cuando, en un acto de partido en plena campaña electoral, confirmó las filtraciones sobre el diálogo con ETA. Ello demuestra que este Gobierno sitúa los intereses de partido por delante de los de la sociedad y del Estado.

P. El nacionalismo de CiU siempre ha llevado la etiqueta de integrador, pero si la propuesta de pacto fiscal que ustedes piden para Cataluña se hiciera extensible al resto de las autonomías, el Estado iría a la quiebra.

R. Debemos buscar el reconocimiento de nuestra especificidad en los ámbitos en que realmente exista. Por tanto, continuaremos con la tradicional actitud de plantear temas de política autonómica, ser conscientes y aceptar que nuestros planteamiento beneficiarán al conjunto de las autonomías. Nuestro estatuto es anterior a la LOFCA. De manera que debemos buscar un sistema mixto que tenga en cuenta esta especificidad, pero también el hecho de que formamos parte de una realidad global y, por tanto, criterios como la solidaridad.

P. Pero con la Declaración de Barcelona -suscrita por el PNV, el BNG y CiU- parece que la coalición opte por radicalizar su discurso nacionalista.

R. Yo siempre he defendido que un país irá adelante en la medida en que tenga cohesión social y nacional, y esta cohesión nacional no nos vendrá dada únicamente por la lengua o por la cultura, porque hay personas que viven con nosotros y que tienen una lengua o una cultura o un referente nacional distinto al nuestro. En Cataluña hay personas cuya nación es España, y eso debe tenerse en cuenta y respetarse. Y como a mí me interesa que mi país vaya hacia adelante, necesito la cohesión de toda esta comunidad, y no puedo hacer sólo un nacionalismo identitario, de gestos, sino que debe ser un nacionalismo insultantemente práctico. Nuestras ideas y propuestas deben identificarse con los problemas reales de las personas. De la Declaración de Barcelona fue más el ruido que las nueces. Sus planteamientos hay que mantenerlos cuando corresponda. Debemos hablar de los planteamientos nacionalistas cuando corresponda, pero sobre todo debemos ser lo que somos y hemos sido siempre: una coalición nacionalista, moderada, centrada, que ha aportado estabilidad a Cataluña y también a España; que cuando hace falta una punta de radicalismo es capaz de sacarla, pero obviamente el radicalismo no forma parte del panorama, de la actitud y el comportamiento normal de nuestra coalición. Eso es lo que debemos hacer, lo que puede llevarnos y nos llevará otra vez al camino de la victoria.

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