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EL 'CASO GIL'

El clan de los Ramírez y asociados

El padre y el hermano de la juez decana de Marbella trabajan para supuestos mafiosos italianos

José María Irujo

A bordo de su Rolls Royce de color verde botella, Felice Cultrera llegó a Marbella en los años ochenta. En el imponente maletero de su coche, el chófer había ordenado su colección de trajes favoritos, sus esmóquines blancos para las noches de casino y un interminable rosario de zapatos, una de sus debilidades. Cultrera, de 61 años, nacido en Catania, uno de los viveros de la mafia siciliana, es un apasionado paseante, aunque también le encanta la pintura, el boxeo y se considera un "intelectual contemplativo". En Marbella eligió para sus interminables paseos diarios a Juan Ramírez Rodríguez, entonces oficial de los juzgados, un hombre al que conoció por casualidad y que le ha sido de gran utilidad. Tanta, que se convirtió en su asesor personal. En un vehículo más humilde pero no menos ostentoso, llegó a la Costa del Sol su lugarteniente Gianni Mennino, 50 años, experto karateka, de formas y maneras más agresivas que las de su jefe, Cultrera, pero con un gran corazón hacia los más humildes y necesitados, según lo definen sus amigos más incondicionales. Está casado con Carla Simocelli, una arquitecta italiana, tiene dos hijos propios y otros tres adoptados. Le encanta comprar pescado en el mercado y exhibe una extraordinaria habilidad y picardía para los negocios.

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Los dos italianos se establecieron en Casa Blanca, una urbanización de lujo marbellí. Cultrera, más exquisito y educado, bautizó Quo Vadis a su mansión. Mennino levantó la suya frente a la de su amigo. Se arraigaron en la ciudad y comenzaron a invertir importantes cantidades de dinero en solares y urbanizaciones. Pronto su nombre corrió de boca en boca entre la jet-set marbellí. El de Cultrera por su exagerada ostentación y elegancia; una noche ordenó sembrar de pétalos recién cortados la habitación de un hotel venezolano donde esperaba a una mujer; y el de Mennino, por su don de gentes y su arrogancia.

Pero ambos huyeron como de la peste de la prensa del corazón. Querían mantenerse al margen de la popularidad. Y lo consiguieron. Las autoridades italianas los vinculaban a la organización mafiosa liderada por Benedetto Nitto Santapaola, familia dominante de Cosa Nostra en Catania, la provincia donde nació Cultrera. Los dos tenían una pila de antecedentes penales tan grande como el maletero del Rolls verde en el que Felice se sigue paseando en libertad, en compañía de su esposa, Ana Muñoz Oriol.

Los antedecedentes de Cultrera lo abarcan casi todo: control de casinos de juego, organización internacional de tráfico de estupefacientes, estafa, falsedad de títulos, extorsión, chantaje, amenazas, coacciones, blanqueo de dinero procedente del tráfico de heroína y tráfico de armas. De muchos de ellos salió indemne con la ayuda de buenos abogados; de otros está pendiente de juicio.

Los paseos de Cultrera frente al mar junto al oficial de juzgado fueron cada día más largos. Tan largos e interesantes que en 1989 Juan Ramírez pidió la baja y abandonó su trabajo entre los legajos. Un trabajo que le apasionaba y que había conseguido por oposición a los veinte años. Primero trabajó en Sevilla y luego en Marbella, en el Juzgado de Instrucción número uno, donde llegó a actuar de secretario y se convirtió en una institución respetada por unos y criticada por otros, que le acusaban de tener un "despacho paralelo". Algo que él niega con rotundidad.

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El clan familiar

Hijo de un guarda forestal, Ramírez consiguió impregnar a toda su familia la pasión por las leyes. Su hija Pilar logró ser juez a los 22 años. Sacó las oposiciones a la primera y con buen número. Su primer destino fue Barcelona, y luego Ceuta, Lucena, Estepona y, por fin, Marbella, en la misma sede judicial en la que sirvió su padre durante casi 30 años y de la que ahora es decana. Alicia aprobó Derecho y se colegió de procuradora, también en Marbella. Y Juan Carlos se convirtió en abogado. Todo un clan, ampliado con su sobrino, el letrado Diego Jiménez, en una ciudad como Marbella que roza los 100.000 habitantes. "Vieron algo positivo en mí y siguieron mis pasos", dice él. Ramírez hizo el servicio militar en la secretaría particular de Franco y reconoce que tuvo una estrecha "relación" con el franquismo que no desea confesar. Se declara amigo de José Luis Manzanares, ex vicepresidente del Consejo General Poder Judicial (CGPJ) y actual consejero de Estado. "Compró una casita aquí hace muchos años y yo le pagaba la contribución o la preparaba para cuando venía", relata. Además, dice tener amistad con otros "importantes" magistrados y ha organizado las jornadas judiciales que financia Gil en Marbella.

En 1987, antes de que se conocieran sus prolongados paseos con Cultrera, una inspección ordenada por el juez Baltasar Garzón, destinado entonces en el Servicio de Inspección, se fijó en este hombre de estatura media, extremadamente delgado y con un fino bigote, de los que se llevaban en los años cincuenta. Se le abrió un expediente por incompatibilidad con el trabajo de su hija Alicia, colegiada como procuradora en Marbella, pero fue archivado. Más tarde, la joven falleció en accidente de tráfico.

Poco después, Ramírez pidió la jubilación anticipada y abandonó el juzgado. Tenía 59 años y, según relata, dejó ese entorno, donde se movía como pez en el agua, no por sus negocios con Cultrera y Mennino, sino por una "alergia que me impedía trabajar". Ahora dice que desde entonces no ha desarrollado ninguna actividad. Pero una investigación de la Fiscalía Anticorrupción demuestra lo contrario.

El antiguo oficial de juzgado es un hiperactivo. Desde que dejó su trabajo en la judicatura ha creado, a solas y junto a su hijo Juan Carlos, numerosas sociedades instrumentales en las que figuró en calidad de administrador único o como accionista. En algunas aparecen vinculados Cultrera, Mennino y otros, como la esposa de Albert Chamas, al que Ramírez avaló un crédito y a quien Egipto reclama por tráfico de drogas y Francia por asesinato frustrado.

La actividad societaria de Ramírez y el despacho que compartía con su hijo y su sobrino hicieron sonar la alarma y en 1994 llegó la primera denuncia contra la juez Pilar Ramírez. Pero el CGPJ la archivó "porque no existe constancia de intereses económicos de alguna entidad ostentados por el señor Ramírez".

La decisión del Poder Judicial iba aún más lejos: "Ni la instrucción inicial ni la posterior han confirmado que el padre de doña Pilar tenga intereses económicos de entidad suficiente como para generar tal arraigo y, con él, entorpecer la independencia judicial de su hija". En aquellos años, Manzanares era vicepresidente del CGPJ.

Dos años más tarde, en 1996, el fiscal anticorrupción, Carlos Jiménez Villajero, volvió a denunciar a la juez decana ante el CGPJ por las actividades de su padre y de su hermano, pero de nuevo aquél archivó el expediente incoado. La juez declaró al instructor del expediente: "Mi padre no tiene ninguna actividad".

El fiscal volvió a la carga y denunció a Juan Carlos Ramírez, hermano de la magistrada, ante el Colegio de Abogados de Málaga por ejercer en la misma ciudad que la decana. Villajero relataba que el letrado trabajaba en Marbella en un despacho bajo el rótulo de Alicia Ramírez Balboteo, su hermana fallecida. El Colegio la desestimó al no aportarse pruebas de "peso específico".

Ahora, la denuncia de Villarejo vuelve a repetirse en el instante en el que la decana pretendía apartar a su colega Santiago Torres de la instrucción del caso Atlético por una supuesta irregularidad en el reparto del mismo.

Pero en esta ocasión, la denuncia de la Fiscalía aporta más datos. El más grave es que Pilar Ramírez, la decana de 39 años, casada con un farmacéutico y madre de tres hijos, no se abstuvo en 16 procedimientos civiles en los que eran parte personas o sociedades vinculadas profesionalmente a su padre, hermano y primo hermano, o de las que eran socios o representantes. Su hermano y su primo son abogados de Cultrera.

La juez decana es la responsable del reparto de los casos y a este respecto la Fiscalía destaca que de 33 procedimientos civiles que afectaban a partes vinculadas a su familia, 16 fueron a parar al juzgado número 3, del que ella es titular. La juez no quiere manifestarse, pero su padre responde: "Soy un ídolo para ella en todos los aspectos. Nunca me ha preguntado por mis actividades. Cuando he figurado en alguna de estas sociedades ha sido sin cobrar. Sólo por amistad".

La Fiscalía demuestra lo contrario. La empresa Giamar de la que fue administrador ingresó divisas por más de 500 millones. Además, Ramírez cobró casi 30 millones de pesetas del grupo empresarial Gioacchino del Din y de las cuentas de Cultrera y Mennino. Los presuntos mafiosos estafaron a Del Din mediante la venta ficticia del casino de Marbella y están procesados por estafa. Este caso condujo al padre de la juez decana en 1993 hasta la cárcel de Málaga. Allí permaneció dos meses. Está procesado y pendiente de juicio. "Mi hija fue a verme y me apoyó", dice mientras exhibe la orla de la Universidad de Granada, en la que se graduó.

Ramírez, camisa negra brillante y aparatoso reloj de oro, defiende a capa y espada a sus amigos italianos. "Mire, mire, un tribunal de Roma ordenó que se cancelaran las anotaciones de Cultrera que le vinculaban con la Mafia. Y aunque fueran mafiosos, mientras no estén condenados seguirán siendo mis amigos". El padre de la juez decana no renunciará a sus "paseos" con Cultrera.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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