Uiso
MIQUEL ALBEROLA Aparte de su talento artístico y humano, que admiro por igual, el pintor Uiso Alemany también posee otras capacidades no menos remarcables, como por ejemplo el don de hacer milagros laicos en Cuba. Pero como a casi todos los santos auténticos, para desentrañárselo, hay que someterlo a un proceso de ostras, navajas, berberechos al vapor y codillos de pato empapados con un vino que lo haga temblar. Sólo tras esta ofrenda y varios cafés, los dioses propician la confianza adecuada para descorchar su secreto. Ocurrió hace unos meses en la parte más oriental de la isla, en Baracoa, en el mismo sitio donde cinco siglos antes Colón había clavado el espolón del estandarte sólo para aportar una dosis historicista a este asunto. Aquella mañana el pintor y unos amigos marcharon hacia el norte, en dirección a Moa, donde el paraíso limita con el infierno de un yacimiento de cobre que pone el aire irrespirable y el cielo de color gato siamés. A unos 20 kilómetros, oculto tras una extensión de cocoteros, estaba el Edén, aunque allí recibe el nombre de playa de Naguana. Lo primero que se le ocurrió fue darse un chapuzón en este agua limpia y poco profunda, que, como el arte, cuanto más se acercaba, más se alejaba. Luego caminó unos cien metros hacia el fondo y se entretuvo allí haciéndose el muerto en homenaje a Arquímedes y a sí mismo, hasta que decidió salirse y comprobó que la llave que guardaba en el bolsillo trasero del pantalón se había perdido. Se trataba de la única llave de la casa que había alquilado y enseguida su interior se oscureció por la desesperación. Después se tumbó en la arena dejando su cráneo rapado al sol para cocer una profunda abstracción caribeña. Tras unas horas, despertó de repente y, obedeciendo a un equilibrio que no controlaba, se metió de nuevo en el agua para pisar exactamente sobre las huellas que había marcado en su itinerario anterior. Siguió igual que un funámbulo psíquico por el filo de una navaja barbera hasta que pisó la llave y la sacó, como años antes había hecho la beata Inés de Benigànim en un pozo con la ayuda de un ángel, y hoy es muy venerada por ello. Luego Uiso simplemente se quedó allí con los genitales flotando sobre el nivel, que es otro síntoma de santidad.
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