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"Este crimen podía haberse evitado"

La viuda de Manuel Zamarreño, el último asesinado por ETA, relata qué sintió al conocer la noticia de la tregua

"Estaba viendo la televisión por la noche y cuando escuché anunciar la tregua, interrumpiendo la emisión, me entró tal rabia que me puse a llorar. Porque conté los dos meses y los días desde que habían matado a mi marido y pensé que ese crimen se podía haber evitado". Marisol Fernández, la viuda de Manuel Zamarreño, el concejal del PP de Rentería que fue asesinado por ETA, hace hoy un año, a pocos metros del portal de su casa al explotarle una moto-bomba cuando volvía de comprar el pan, rememora así el 16 de septiembre de 1998, cuando ETA anunció una tregua indefinida. Nadie, sin embargo, salvo los protagonistas de la secretísima negociación que mantenían entonces los partidos nacionalistas, PNV y EA, con HB, imaginaba que aquel sería el último atentado de ETA, el que iba a poner fin a la "caza" de concejales del PP. El asesinato del sustituto de José Luis Caso, también concejal en la corporación de Rentería abatido el 12 de diciembre, se produjo en un momento clave: cuando la decisión del cese de las armas había tomado cuerpo en la dirección de ETA -presionada por el miedo a estar infiltrada, tras las sucesivas caidas de sus comandos- pero, según fuentes abertzales, no habría sido aún transmitida a los comandos que mantenían vigente la instrucción de atentar contra concejales del PP.

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El asesinato causó gran malestar en el sector de la izquierda abertzale implicada en el proceso de diálogo con el PNV, que vio en esta acción otra interferencia de ETA en la nueva dinámica política que se trataba de alcanzar. La indignación que produjo en estos sectores, que consideraron el atentado "un error", aunque tratara de responder a la muerte de Inaxia Ceberio la etarra muerta por la Ertzaintza el 5 de junio en una operación policial, fue también un factor que contribuyó a acelerar la decisión de cesar las armas. Sólo días después del asesinato de Manuel Zamarreño, a principios de julio, se iniciaba una tregua tácita que permitiría alcanzar los acuerdos nacionalistas que desembocaron en el pacto de Lizarra y la posterior tregua de ETA.

La "readecuación"

El silencio de las armas no ha sido una solución mágica y automática. Sólo el paso del tiempo ha ido contrarrestando el inicial escepticismo. Conforme se iba comprobando que la tregua ha forzado la readecuación a la nueva etapa de los jóvenes radicales que, en todo Euskadi pero en Rentería particularmente, practicaban a sus anchas la cultura de la socialización del sufrimiento implantada en los últimos años y que convirtió en un infierno las calles de esta localidad. De este calvario tampoco se libró el concejal asesinado. Su viuda lo recuerda bien, porque también lo padeció. "Fueron todas las vejaciones que se pueden hacer para humillar a una persona", afirma con serenidad. Los Zamarreño comenzaron a sufrir este acoso en el pueblo "cuando Manolo apareció en la televisión en los actos tras la muerte de Gregorio Ordóñez, a través del cual se había vinculado al partido". Y continuó una vez que se apuntó en la lista municipal de los populares. Pese a ello, se empeñó en sustituir a su amigo José Luis Caso, cuando éste fue asesinado y sabía que con ello incrementaba el riesgo de su vida.

En los casi dos meses, mayo y junio, que permaneció como concejal, Zamarreño asistió semanalmente a todos los plenos municipales y se extrañó de lo tranquilos que resultaron. "No necesitó utilizar el traductor simultáneo porque esos -en referencia a HB- apenas hablaron. Le parecía raro tanta tranquilidad; no le gustaba ese silencio que no encontraba normal", recuerda su viuda.

En realidad presentía su destino. Marisol Fernández lo admite con una resignada naturalidad aunque sus ojos delatan su pesar. "Disuadirle para que se fuera, hemos intentado todos. A Lucía Peralta, la concejal que sustituyó a Iruretagoyena en Zarautz, muy amiga nuestra, le decía que ellos dos eran los siguientes y le solía advertir: tú estáte atenta". Marisol Fernández admite que esos últimos meses tuvo la tentación de huir, pero fue su marido el que no se dejó. "Un día decía que sí y al siguiente que tenía mucho que hacer. No fue posible".

La víspera del atentado Zamarreño le dijo a su mujer que tenía una mala noticia que darle. Su escolta le había dicho que se esperaba "un atentado inminente" en Rentería. "Suponen que puede ser contra una patrulla de la Ertzaintza, contra mí o contra Trimiño", le advirtió.

El mismo día de su asesinato, Zamarreño llamó por la mañana a Jaime Mayor "pero no pudo hablar con él y luego lo mataron antes de que lograra hacerlo", recuerda su viuda. "Le iba a decir la situación en que se encontraba y que se sentía muy mal; se sentía que ya... no había nada que hacer". Marisol Fernández intuyó desde el primer momento que su marido sería el último "porque los ciudadanos de a pié no aguantáríamos más otro atentado. Por desgracia le tocó a él".

El cambio de la tregua

"Al principio no me sentí arropada. Pero, a partir de la tregua, el ambiente ha ido cambiando poquito a poco. La gente ahora es más abierta, tiene menos miedo, sale a la calle de otra manera, habla con más gente que antes no hacía, como conmigo. Tenían simplemente miedo o recelo", relata Marisol, que sigue viviendo en Rentería, como antes. "Pero antes me llevaba Manolo en coche a hacer los recados y, ahora, voy yo todos los días a la plaza y me digo: aquí estoy. Lo he adoptado como norma, el dejar claro con mi presencia que aquí sigo. Voy al Eroski (supermercado) y, al contrario que antes, ahora la gente me para y me habla", dice satisfecha.

Se ha hecho militante del PP y ha participado activamente en las dos campañas electorales de este año. Apoya la negociación con los asesinos de su marido: "todo lo que contribuya a terminar definitivamente con esto y lo que decida el Gobierno de José María Aznar que es el que está negociando". "¿Si exijo el perdón? Sí, bueno. Aunque no me sirve de nada; como no me sirvió la tregua porque mi marido no va a volver".

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