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CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE CIENCIA

El camino hacia adelante

Dentro de pocos días, en Budapest, investigadores, políticos y otros interesados en ciencia se reunirán para determinar la dirección que se debería tomar para promover una alianza entre la ciencia y la sociedad capaz de resolver los problemas del mundo del mañana. Las buenas intenciones no serán suficientes para dar un nuevo rumbo a la política y la actividad científicas. Para que la Conferencia Mundial sobre la Ciencia constituya un hito para las esperanzas de la Unesco, es necesario que se lancen nuevas iniciativas concretas y que se alcance un sólido consenso mundial sobre cuestiones clave. No se puede dejar de lado el hecho de que se mantiene la controversia sobre algunas cuestiones claves de política, y que no se va a resolver en una semana. Para mí, la más importante de estas cuestiones es cómo potenciar al máximo el acceso de la población a los conocimientos científicos, y al mismo tiempo beneficiarse de una fuerte inversión privada en ciencia. En último extremo, dicha cuestión sólo se puede abordar dentro del marco más amplio de una respuesta internacional al impacto de la mundialización en todos los asuntos de interés general.

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Winston Churchill predijo: "Los imperios de la mente son los imperios del futuro". La ciencia forma parte de la cuestión crucial sobre cómo garantizar que la sociedad del conocimiento no se convierta en una nueva forma de imperialismo, poniendo nuevas cadenas a los países en vías de desarrollo. Cuando la media de usuarios de Internet en el África subsahariana, con más de 730 millones de habitantes, (excluida Suráfrica) es de uno por cada 1.500 personas, comparado con uno de cada cuatro europeos y norteamericanos, el riesgo es muy real.

Problemas intrincados

Pero, aunque solucionar problemas intrincados como los relacionados con los derechos de propiedad intelectual llevará tiempo, ahora es cuando podemos y debemos actuar. Es algo menos paradójico de lo que parece; después de todo, ya no estamos en una época de divisiones ideológicas, forzados a elegir entre dos escenarios opuestos. No es necesario discutir los temas en términos polarizados y enfrentados. Por ejemplo, la afirmación de que la biotecnología es la clave para una mayor producción alimentaria ha sido contrarrestada por afirmaciones de que, por el contrario, la democracia es la que aumenta la producción y la distribución de alimentos. Pero precisamos ambas: ésta debe ser a buen seguro la base de la necesaria alianza entre la ciencia y la sociedad. Hace 20 años, los intentos de dar un giro a la ciencia y a la tecnología cayeron en la trampa del esquema Agrand, muy extendido en aquel momento: se creía que una nueva partida requería una nueva estructura (un nuevo organismo con un nuevo nombre) y, si esto no se materializaba, pasaba muy poco, o no pasaba nada. En contraste, el planteamiento más flexible y pragmático de hoy en día, combinado con una voluntad real de conseguir un nuevo acuerdo sobre principios fundamentales, especialmente para alcanzar un reparto mundial óptimo de los conocimientos científicos y de sus aplicaciones, ofrece una oportunidad de cambio mucho mayor.

Esto será lo que nos permita adoptar una Declaración en Budapest que haga énfasis en los principios rectores básicos, incluso aunque el jurado se mantenga fuera en algunas de las materias. Con el extraordinario desarrollo de las redes de comunicación, cada proyecto científico con éxito se puede convertir en un ejemplo: para otros científicos, para quienes hacen las leyes, para las comunidades. De ahora en adelante, las mejores prácticas se deben multiplicar exponencialmente, y adquirir nuevo impulso. Y aquí es donde conectan la Declaración y el Marco para la Actuación: perspectiva, principios y práctica en una dinámica compartida, que encuentran expresión en todo, desde las formas de dotación de fondos y formación, hasta las estrategias para la creación de redes de trabajo y comunicación.

¿Cómo funciona esto en la práctica? En el área de la comunicación científica, por ejemplo, se ha propuesto la creación en Londres de un Centro Internacional para la Comunicación Científica. Si la Conferencia Mundial sobre Ciencia conduce al nuevo nivel de trabajo coordinado que esperamos, este Centro se podría convertir en un importante nodo dentro del esfuerzo mundial por mejorar la comunicación científica, centrándose específicamente en el periodismo científico y en la popularización de la ciencia. Al mismo tiempo, si todos los países representados en esta Conferencia establecen una Asociación para el Desarrollo de la Ciencia (si es que no tienen ya una) y se convierten en miembros activos de las redes regionales e internacionales de ADC (si es que todavía no lo son), una empresa creada para comunicar la ciencia podría transformar sus vínculos con los ciudadanos.

En lo referente a la previsión de la innovación y la tecnología, es necesario que los gobiernos renueven su interés por la investigación fundamental que la comunidad científica está intentando conseguir en Budapest, para garantizar que la ciencia básica sigue produciendo los nuevos conocimientos sin los que la innovación acabaría por estancarse. Al mismo tiempo, las nuevas iniciativas en la transmisión de los conocimientos científicos, que se espera que se anuncien en Budapest, intentarán conseguir un acceso general al enorme almacén de conocimientos existente. La redefinición de la creación de riqueza para incluir la enorme riqueza indirecta creada por la sostenibilidad y las medidas preventivas debe constituir la perspectiva rectora que subyazca tras la ciencia para el desarrollo. En África, el programa Unispar de la Unesco, que promueve la cooperación, centrada en la perspectiva del desarrollo, entre la universidad y la industria, podría ser un punto de partida para nuevos esfuerzos en la capacidad de creación y transmisión de conocimientos.

Proyectos concretos

En lo referente a los conocimientos tradicionales, los proyectos concretos forman una base de "mejores prácticas" para el establecimiento de nuevas normas básicas. Por ejemplo, la Unesco está supervisando los estudios clínicos de un tratamiento de hierbas para la adicción a la heroína en Vietnam, con el triple objetivo de establecer pruebas científicas de su seguridad y eficacia, de promover el reconocimiento científicos de las medicinas tradicionales, y de fortalecer la capacidad científica y tecnológica interna. Este tipo de iniciativa puede convertirse en un caso práctico sobre el difícil tema de cuál es el mejor modo de proteger y promover los conocimientos tradicionales. Se podrían citar muchos más ejemplos de iniciativas que pueden tener un amplio impacto: el sincrotrón para Oriente Próximo y las Reservas de la Biosfera transnacionales son dos ejemplos del papel de la ciencia en el establecimiento de la paz. La lista podría continuar, pero en última instancia, estos ejemplos demuestran que el éxito de la Conferencia Mundial sobre Ciencia no sólo depende de que obtengan el respaldo diez, veinte o cincuenta iniciativas, sino de que se utilicen para establecer un nuevo modelo de investigación para el desarrollo: un modelo de ciencia en la comunidad y para la comunidad.

Esta iniciativa coherente y mundial que la Unesco, junto con el Consejo Internacional de las Uniones Científicas, está lanzando ahora, requiere que cada uno de los participantes en la Conferencia Mundial sobre Ciencia y cada uno de los beneficiarios de la ciencia de todo el mundo aúnen fuerzas y cumplan su misión. La disposición universal a trabajar en las muchas iniciativas que ahora surgen podría equilibrar la balanza e incluso eliminar la extraordinaria concentración de la ciencia en unos cuantos países que se da hoy en día. Se puede eliminar por la mismas razones por las que esta concentración -y la fuga de cerebros- fue posible: la ciencia habla un idioma universal y trabaja con una sola metodología. Esa característica única significa que la ciencia del siglo XXI puede extenderse de nuevo a todos los países y comunidades y convertirse en un vehículo para un verdadero reparto global de los bienes intelectuales y morales del mundo.

Federico Mayor Zaragoza es director general de la Unesco .

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