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Reportaje:

El pulsómetro entra en la pelota

El aparente contrasentido no es tal: ahora que el pelotari Patxi Eugi se entrena menos, juega más, resiste mejor la fatiga, corre hacia la pelota con mayor frescura. Así lo pudo comprobar Aitor Elkoro, su rival en la final del manomanista organizada por la empresa Aspe, disputada en Eibar. Elkoro, corto de recursos artísticos, fió sus posibilidades a la lucha cuerpo a cuerpo. Y perdió, agotado por su propia estrategia. "El entrenamiento de Eugi es ahora mucho más racional", explica Joaquín Plaza, artífice del cambio y director deportivo de Aspe. Con una nómina aproximada de 40 pelotaris, la empresa vitoriana decidió a principios de temporada estructurar y controlar personalmente la preparación física de sus deportistas. Algo inédito hasta la fecha para un deporte acostumbrado al inmovilismo y aferrado a tradiciones de apariencia inmutable: la pelota se aprendía en el frontón del pueblo, a la sombra de los entendidos del lugar; el físico mejoraba de acuerdo a la voluntad del interesado. Una tendencia que se enderezó poco antes de los Juegos de Barcelona, a instancias del Plan ADO [ayudas a deportistas de élite]. Sin embargo, ahora que las nuevas generaciones parecen aceptar sin discusiones la necesidad del entrenamiento científico, Joaquín Plaza pretende convertir un deporte radicalmente individual (o de pareja, como mucho) en una disciplina colectiva. Espíritu de equipo "Tratamos de inculcar un espíritu de equipo", asegura, "para que todos se conciencien de que hay que dar espectáculo, y luego mejorar las prestaciones actuales para atraer más público y ganar más dinero". Parece sencillo, pero hacía falta pensar en ello. La experiencia innovadora arrancó con un problema: el equipo se encontraba disperso. "Tuve que elaborar seis grupos de pelotaris por proximidad geográfica para que pudieran entrenar juntos bajo la supervisión de un entrenador y dos técnicos, que rotan por los diferentes grupos", recuerda Plaza, encargado a su vez de coordinar todos los aspectos de la preparación física, médica y psicológica. Plaza exhibe el caso de Eugi como el ejemplo más significativo del cambio y se complace ante la acogida de los pelotaris veteranos, "encantados" de experimentar nuevos métodos de trabajo. Ahora el pulsómetro se emplea tanto como los tacos de la mano, determinando el trabajo compensatorio que debe realizarse para aprovechar las virtudes de los deportistas y limar sus carencias. Plaza espera conocer el calendario de sus protegidos para rentabilizar a partir de la próxima temporada los conocimientos extraídos en los últimos meses. Lo que remite a la inevitable especialización, algo frecuente, en atletas y ciclistas. Por ejemplo, existirán compromisos ineludibles y citas menores en las que contará más la recuperación del pelotari que su actuación. A medio plazo, la pelota debería sufrir grandes convulsiones, según pronostica Plaza. "Gracias a la mejora del rendimiento físico y técnico van a surgir muchas nuevas figuras que van a animar la especialidad. Muchos pelotaris que no hubieran tenido su oportunidad en el profesionalismo la van a tener y en un entorno favorable". "Se va a tender", pronostica, "hacia el pelotari completo, que domina casi todas las facetas del juego", lo que redunda en espectáculo, en atractivo para público y medios de comunicación. Una revolución, en suma, que hará del pelotari un artista programado por la ciencia y no por el azar, como antaño. "Antes, las habilidades eran fruto de la casualidad", asegura Plaza. "Por ejemplo, los riojanos eran delanteros hábiles obligados por el tipo de frontón que se encontraban en sus pueblos; por la misma razón, los navarros eran pegadores, jugadores de fuerza. Sin embargo, Eugi ha aprendido a entrar de aire y Titín a bote, y los que vengan por detrás podrán aprender a dominar casi todas las facetas del juego". Afortunadamente, ninguna enseñanza teórica o adelanto científico podrá suplir los defectos de clase (se tiene o no se tiene). De lo contrario, el "método Plaza" fabricaría una hornada de pelotaris clónicos.

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