Pánico anacrónico

El papa Juan Pablo II ha dicho, durante su estancia en la "Polonia profunda" (EL PAÍS del pasado 7 de junio), que "los polacos deben observar de manera rigurosa los Diez Mandamientos, cuya transgresión", dijo, "significa caer en la esclavitud del pecado, y el salario del pecado es la muerte". A Juan Pablo sólo le faltó citar "el fuego eterno" en su homilía. Esta vez, el Santo Padre no ha hablado en el tono optimista y vitalista que acostumbra cuando se dirige a las multitudes de fieles. Sus palabras nos producen el anacrónico pánico con el que la Iglesia nos aterrorizaba hace más de medio siglo... ¿Por qué este cambio en la dialéctica del Papa? ¿Es una llamada contra la sociedad de consumo mucho más peligrosa que el ateísmo comunista? Pero Juan Pablo no ha definido cuál es el pecado. Para la Iglesia profunda sólo había dos pecados dignos del salario de la muerte, y éstos eran la heterodoxia, digna de la hoguera, y el Sexto Mandamiento, con toda su compleja gama de variaciones eróticas, incluyendo el pensamiento obsceno consentido, con la sola redención del santo matrimonio. Todo hace pensar que los polacos se han olvidado de ambos grandes pecados.-