De repente, el último escaño
Unión Valenciana ha culminado en poco tiempo dos extremos en la presidencia de las Cortes Valencianas: la muerte en el cargo con honor y pompa, como le ocurrió a un González Lizondo ya expulsado de su obra, y el desalojo por la indiferencia de las urnas para volver a la intemperie, como le ha tocado a Héctor Villalba. Dos hitos de hemeroteca que compiten en gravedad. Ahora todo el poder de UV lo constituyen el escaño en el Congreso de los Diputados de José María Chiquillo y 227 concejales, cuyo grueso va a terminar el mandato bajo las siglas del mejor postor. El PP ha conseguido desviar el 0,27% (Alternativa Valenciana) para que se quedara, con el 4,76%, fuera de las Cortes, compartiendo esquina con un Bloc (4,61%) aturdido con el síndrome de Di Stefano (jugamos como nunca y perdimos como siempre). El escenario que soñó Rafael Blasco para la posible Convergència Valenciana acaba de madurar.
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