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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Cosas de "la misma cosa"

"Lo que sí es igual es Anguita y Aznar, son la misma mierda". Y las columnas del templo informativo -he estado a punto de escribir mediático- crujieron de gozo. Lo había dicho Felipe González, ex presidente del Gobierno, el miércoles, en Don Benito (Badajoz), durante un acto electoral con unos doscientos militantes socialistas, a puerta cerrada, y en el que, según todos los testimonios conocidos, González hablaba en la creencia de que no había prensa. Parece ser que un periodista de Radio Nacional tenía abierta la grabadora y recogió el testimonio, que rodó vertiginoso de micrófono en micrófono, y por la noche, de titular en titular de los periódicos.

Todos concentrados sobre la cosa, sobre la misma cosa... menos EL PAÍS, que al día siguiente apartó la "mierda" de los titulares, la llevó al texto de la información y se limitó a titular que "Felipe González afirma que Anguita y Aznar son la misma cosa", justamente la frase textual que el ex presidente pronunció horas más tarde, tras pedir perdón "de manera formal" a Aznar y a Anguita.

En el periódico del viernes, la primera carta al director era de un lector -A. Esteban- que juzgaba el tratamiento de la noticia por parte del periódico como "insultante para los lectores". El Defensor ha recibido una sola queja, por teléfono, de Ramón Lanas, desde Salou, en términos muy cordiales, pero con el reproche de que suprimir el exabrupto de los titulares suponía un intento de ocultación a los lectores.

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La diferencia en la presentación de la noticia por parte de EL PAÍS y la extraordinaria difusión que la primera frase ha tenido han movido al Defensor para pedirle al director del periódico que explique a los lectores el porqué de la decisión.

Jesús Ceberio afirma en primer lugar que la determinación fue suya, en exclusiva, después de que el redactor jefe de la sección de España, José Antonio Carrizosa, se mostrase partidario de llevar el insulto al titular de la información. Ceberio ha explicado que tomó esta decisión porque se trataba de una frase pronunciada en una reunión interna de partido. "No me atrevo a calificarla de reunión privada", prosigue, "porque se trataba de un almuerzo de carácter electoral, pero restringido a los militantes y sin presencia de periodistas".

"Al margen de la valoración que merezca a cada cual esta lamentable expresión, no puede darse el mismo tratamiento informativo a una frase dicha en un mitin, o en una entrevista, con el propósito de que se difunda en los medios, que a un exabrupto soltado en una reunión interna de militantes del partido, en la confianza de que no hay periodistas presentes. El famoso "manda huevos" de Trillo fue una anécdota, desafortunada, pero anécdota al fin, mientras que hubiera sido una ofensa a la Cámara en medio de un debate".

El director recuerda, además, que el Libro de estilo introduce serias cautelas respecto al uso de expresiones malsonantes, pero admite que "a la vista de cómo han evolucionado los acontecimientos, la decisión debió de ser un error, sobre todo porque algunos lectores la han interpretado como un intento de proteger a quien la dijo".

Una interpretación que el director de EL PAÍS discute porque "cuando los políticos sueltan una machada verbal lo que buscan justamente es un titular. Creo que estamos ante un caso de licencia escatológica en la confianza de que no había micrófonos ni periodistas. Al margen del debate sobre el titular, no tiene el mismo valor una frase dicha en público o en privado. Si no distinguimos esos dos ámbitos, estamos haciendo un flaco favor al periodismo. Pero también es cierto que una reunión con doscientas personas, aunque fuese a puerta cerrada, rebasa el ámbito de lo privado, y ahí puede estar el fallo de la decisión que tomé".

En su respuesta, Ceberio señala que resulta contradictorio que los periodistas lamenten "la ausencia de ideas en las campañas electorales, el abuso de imprecaciones o de insultos por parte de los políticos, y se lancen en tromba a destacar cada uno de esos insultos, sin ningún tipo de freno o reflexión. Es algo que contribuye al preocupante encanallamiento de la vida política de nuestro país y que exigiría una seria autocrítica".

En definitiva y en su opinión, "EL PAÍS no ocultó un solo dato a sus lectores, simplemente decidió no reproducir el insulto en el titular".

El Defensor piensa que se trata de un razonamiento serio y que debiera mover a la reflexión, sobre todo en el ámbito profesional, si es posible tal pretensión en este patio tan singular que es el periodismo de Madrid. Exactamente de Madrid y no de otros ámbitos.

El insulto como noticia

Hay fundadas razones para defender la tesis del periódico, pero el Defensor se inclina por pensar que si se decidió dar aquella información hubo que hacerlo con todas las consecuencias. Explicando al lector con claridad cuál era su origen y cómo se había obtenido, pero sin rehuir el título, dada la amplísima difusión de la frase y de las posteriores disculpas públicas de González. El problema concreto es de titulares. La información se dio a los lectores, pero se optó por titularla con la frase que pronunció González al disculparse, cuando lo noticioso había sido el insulto inicial, reforzado por la relevancia pública de quien lo había pronunciado.

El Libro de estilo establece que el primer párrafo de una noticia debe ser completo para que el lector conozca lo fundamental, y que "de él se desprenderá necesariamente el título de la información". Dice también que los titulares sirven "para centrar la atención del lector e imponerle de su contenido".

El Defensor detesta el periodismo de declaraciones y de frases -lo que más suele ofrecer una campaña electoral-, pero lo relevante, por esta vez, eran la invectiva, su autor y su enorme difusión: sólo por eso resulta justificado publicarla.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o teléfonearle al número 91 337 78 36.

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