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Sants-Montjuïc, a medio metro

¿Hasta cuándo vivir o trabajar en la Zona Franca equivaldrá a depender del vehículo particular? Esta es la pregunta que llevan años haciéndose muchos barceloneses que se trasladan a diario al polígono industrial más importante de la ciudad y, también, uno de los peor dotados de transporte público. Durante este mandato, atravesar el distrito de Sants-Montjuïc ha sido una pesadilla para los automovilistas por los atascos de tráfico que han ocasionado las obras de la plaza de Cerdà. Han sido meses intensos en los que muchas personas han tenido ocasión de acordarse a menudo del metro, que lleva años acumulando retrasos. Por eso, cuando hace un par de semanas las instituciones pactaron impulsar la nueva línea 6 de semicircunvalación que unirá Santa Coloma de Gramenet con la Zona Franca, el movimiento asociativo suspiró aliviado. El escollo al que se enfrentan ahora es lograr que el suburbano no se detenga en el paseo de la Zona Franca, es decir, en el vestíbulo del polígono. Después de tan larga espera no entienden que se escatime un par de estaciones. No todo han sido inconvenientes en la reforma de este controvertido nudo viario, que ha servido para que el tramo de la Gran Via comprendido entre las plazas de España y de Cerdà despierte del letargo que durante largo tiempo lo mantuvo oculto detrás del muro que rodea los 170.000 m2 de terreno de la antigua fábrica textil de Can Batlló. El Ayuntamiento ha iniciado la tramitación urbanística del proyecto, que prevé construir viviendas, equipamientos y zonas verdes, que buena falta le hacen al barrio de la Bordeta. En el recinto de la vieja industria funcionan 250 talleres que negocian su reubicación. En Sants-Montjuïc residen 167.390 personas que conviven en unos barrios como Sants y Poble Sec, que envejecen deprisa. No es casual que saltara allí la chispa de la reivindicación de los geriátricos que luego prendió rápidamente en otros puntos de la ciudad. La guerra de las residencias de ancianos, antes de que estallara, había puesto de los nervios a muchas entidades de Sants, Hostafrancs y la Bordeta que llevaban cinco años en un toma y daca entre las administraciones del que no había forma de sacar nada en claro. Finalmente, hubo fumata blanca sobre el dichoso geriátrico, pero el déficit de centros asistenciales para los mayores se mantiene. Si en materia de equipamientos se percibe una realidad común en la mayoría de los barrios barceloneses, también se dan coincidencias en el destino de las inversiones municipales. La que correspondió a este distrito asciende a 3.380 millones de pesetas, cifra que no incluye ninguna de las grandes obras de infraestructura, tales como la plaza de Cerdà, la cobertura de la Ronda del Mig, entre la avenida de Madrid y la carretera de Sants; ni tampoco la rambla de Brasil, que cubre la superficie de la que antes huía el personal por ruidosa y humeante. La suma de todos estos proyectos pasa de los 9.000 millones de pesetas. Como suele ocurrir cuando coinciden en el tiempo actuaciones de gran envergadura como las citadas, éstas eclipsan otros proyectos más modestos, como la recuperación de 10 plazas, 3 parques y aparcamientos. La que no pasó desapercibida fue la inauguración del Jardín Botánico de Montjuïc, que se ha convertido en un oasis donde pasear. Los 20 años de ayuntamientos democráticos se notan especialmente en estos barrios, donde han contribuido a compensar en buena medida sus desigualdades históricas. El paso del tiempo se ceba en las fincas de núcleos históricos de la Bordeta y de Poble Sec. Bastantes edificios particulares se han remozado, pero todavía queda mucho por rehabilitar. Otro tanto ocurre con la renovación en curso de una parte considerable de polígonos de viviendas hijos del desarrollismo, que han dejado en este distrito una pesada herencia. El Polvorín, la manzana de Metalco, las conocidas como viviendas de la Seat, las casas baratas de Eduard Aunós y Can Tunis completan el mapa de barrios donde se está impulsando la sustitución de casas obsoletas por otras de nueva construcción. Sants-Montjuïc goza de un rico entramado asociativo que constituye uno de sus principales atractivos. La tradición participativa se concreta en la gestión vecinal de instalaciones deportivas como La España Industrial o de centros cívicos, que está dando muy buenos resultados. El concejal del distrito, el socialista Pere Alcober, considera que en el futuro habrá que estimular nuevos canales que permitan llegar al ciudadano que no está asociado a ninguna entidad, pero cuya opinión interesa mucho conocer.

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