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Por méritos propios

El socialista Odón Elorza es el candidato preferido en San Sebastián tras haber gobernado la ciudad ocho años sin ser el más votado

Odón Elorza ha sabido meterse en el bolsillo a los donostiarras y, aunque no lo expresen del todo, hasta se ha hecho un hueco en sus íntimos afectos. Al margen de las preferencias políticas, aquéllos reconocen en él su eficaz gestión como regidor y su trabajo incansable en el liderazgo y la representación de una ciudad como San Sebastián, tan exigente y puntillosa en este terreno. El actual alcalde se lo está poniendo difícil a los nacionalistas del PNV y EA, que tratan con una lista común de recuperar el sillón que perdieron hace ocho años. No en vano algunas encuestas sitúan la candidatura de Elorza como la posible ganadora, lo que tiene mucho más mérito si se toma en consideración que es el único dirigente socialista de las tres capitales vascas y que ha debido gobernar sin estar al frente de la lista más votada.Llegó al espléndido despacho que se asoma sobre la playa de La Concha hace ocho años aupado por una atípica y circunstancial coalición entre el PSE-EE, el PP y el PNV, inspirada en el único interés común de evitar que repitiera mandato Xabier Albistur, de Eusko Alkartasuna (EA). Su acceso a la alcaldía, marginando al partido más votado en las urnas, fue un acto de osadía que implicaba además presidir un Gobierno tan complicado como el formado por los socialistas, los populares y los peneuvistas, éstos interesados en desbancar del poder a su escisión, EA, para debilitarla.

Elorza comenzó, por tanto, de puntillas. Sin hacer demasiado ruido para no irritar más los ánimos encrespados del electorado nacionalista, abrumadoramente mayoritario entonces y que le consideró un usurpador. En su esfuerzo por legitimarse, se aplicó en impulsar la renovación de la ciudad y en la pretensión de ser un alcalde de todos. Su esfuerzo ha ido calando en la silenciosa ciudadanía poco a poco, como el sirimiri. Hábilmente, se fue distanciando del discurso partidista y agudizó un populismo exacerbado compitiendo en ello con el concejal popular Gregorio Ordóñez, cuyo asesinato por parte de ETA, en 1995, le dejó sin su principal competidor.

En estos ocho años nadie le ha regalado nada. Más bien, al contrario. Ha padecido cierta sequía presupuestaria de una Diputación Foral que se ha estirado más con los pueblos de Guipúzcoa que con su capital pese a que ésta es la cabeza de la comarca en la que viven la mitad de los habitantes del territorio. Pero Elorza no se ha amilanado. Aceleró su empeño renovador y, junto a su esfuerzo por modernizar la ciudad, ha ido acuñando un discurso propio, moderno, autónomo, de sensibilidad solidaria, alejado de todo partidismo y con un especial compromiso con la obligación de construir la paz, una de las deudas que la urbe tiene con su propio pasado. Su última iniciativa ha sido proponer San Sebastián como puente, una tercera vía para la paz, entre Ermua y Lizarra.

A sus 44 años, Elorza, que se licenció en la Facultad de Derecho de San Sebastián, es un socialista con pedigrí, crecido a la sombra de los hermanos Múgica Herzog. Pero siempre ha sido algo heterodoxo. Fue un precoz miembro de las Juventudes Socialistas, después de Izquierda Socialista, más tarde borrellista y todo el tiempo un esforzado militante de la modernidad que se ha inspirado en la forma de ejercer el cargo de su amigo Pasqual Maragall, en Barcelona, o en transmitir su identificación con el discurso comprometido de José María Mendiluce. Estos dos personajes han sido los únicos con los que se ha fotografiado en esta frenética campaña en la que la ausencia de líderes de la madrileña calle de Ferraz en San Sebastián no ha sido por casualidad. Sus adversarios reconocen en Elorza olfato político y rapidez de reflejos y aseguran que su carácter individualista y frío le ha creado muchos enemigos por méritos propios.

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