Betis y Sevilla reviven el episodio bíblico de Caín y Abel
El supuesto pago de una prima por parte del Betis al Lleida para frenar la meteórica carrera del Sevilla a Primera División ha roto la correcta relación entre ambas aficiones
Que Sevilla, la Sevilla futbolística -una ciudad de 700.000 habitantes que alardea de que entre el Sevilla y el Betis juntan tantos socios como el 10% de su población-, resulte ser una ciudad cainita no parece un gran descubrimiento. Este cainismo se asume como algo consustancial, algo que se lleva en la sangre desde que se nace. Y es que en la capital andaluza uno nace, que no se hace, bético o sevillista. Esta condición inherente al sevillano se adquiere desde la cuna, no por aprendizaje, sino por una especie de herencia familiar. Nada más trágico que a un forofo bético le salga una criatura sevillista o a la inversa. El acabóse.Ambas aficiones están acostumbradas a convivir encorsetadas dentro de la tradición rivalidad-respeto-educación que ha marcado la historia de ambos clubes desde su fundación. Pero este cainismo larvado, adquiere dimensión bíblica muy de vez en cuando. Y eso es lo que ha ocurrido esta semana a raíz de una supuesta prima que el Betis había otorgado al Lleida la pasada jornada para minar las posibilidades del eterno rival, el Sevilla, de ascender a Primera. Que Caín (el Betis, con sus más de 40.000 socios) intente matar a Abel (el Sevilla, con sus 27.000 afiliados) con una quijada de burro (la supuesta prima de 4.800.000 pesetas) ha removido los cimientos de la ciudad, que estos días más que nunca se divide en dos facciones. O quizá en tres, porque hay gente que, harta de padecer el único tema de conversación posible en Sevilla mientras espera el autobús, cuando sube en el ascensor o guarda cola en el supermercado, ha aprovechado el oficioso puente de la festividad del Corpus para abandonar la ciudad bíblica rumbo a la playa.
Los que quedan se entregan sin tapujos, regocijándose, a la dinámica del "y tú más", establecida desde que en la noche del lunes tres cadenas de radio nacionales comentaron el asunto. Poco importa que la noticia sin pruebas no pase de simple rumor. Lo importante es que, lejana la Feria de Abril y recién concluido el Rocío, los sevillanos pueden dedicar otra semana del año a un asunto monográfico y abstraerse de la otra movida, la electoral. Parecen agradecer que periódicamente se les permita foguearse, que se les deje soltar de manera poco considerada con el vecino todo lo que reconcome a unos y a otros acerca del equipo rival. "Que si tu presidente es un tal; pues anda que el tuyo que no tiene ni para...". Mientras los aficionados gozan de este periodo de confrontación descarada, sin falsos miramientos, con el cuñado, el cartero o el jefe, los clubes han intentado mantener una cierta cordialidad y normalidad en sus relaciones.
Relaciones que, oficialmente, el miércoles quedaron rotas por parte del Sevilla hasta que, según recoge el comunicado ofrecido por la directiva sevillista, "el Consejo de Administración del Real Betis Balompié demuestre su falta de implicación en los gravísimos hechos denunciados". Esto ocurre en los despachos oficiales, pero a pie de calle nadie renuncia a la posibilidad de desparrame de tirria al eterno rival que este tema ha propiciado. Páginas y páginas de periódicos y horas y horas de radio dedicadas al supuesto acto cainita han alimentado los mentideros de Sevilla. Las tertulias en los bares son monotemáticas, y los seguidores de ambos equipos hacen gala de inventiva y cierta picaresca. Qué se puede de decir si no de la iniciativa de algunos béticos de instalar huchas en sus comercios para, como si de una cuestación benéfica se tratara, recaudar dineros para primar al Numancia y al Compostela, próximos rivales del Sevilla. Los supuestamente vilipendiados, los sevillistas, intentan resarcirse sustrayendo selectivamente de la memoria futbolística de la ciudad episodios que denigran o maldejan al Betis. "¿Por qué no dicen nada de cuando se dejaron ganar hace un par de temporadas por el Sporting para que el Sevilla bajara a Segunda?", alentaba un sevillista en un programa de radio. "Anda que no tienen cosas que callar los del Sevilla, que arreglaron en los despachos el no bajar a Segunda B", rememoran los béticos, satisfechos por el recuerdo que atesoran.
Nadie lleva las de ganar en cuestión de revivir fantasmas, y parece que tan sólo las directivas de ambos clubes son conscientes de ello. Así lo demuestran las declaraciones conciliadoras que se han cruzado en estos días. Desde el Betis se ha agradecido públicamente el saber estar de sus homólogos en el Sevilla, que se han abstenido de alimentar la polémica y se han limitado a trasladar a la Federación Española de Fútbol sus deseos de que investigue el supuesto pago de la prima a los jugadores del Lleida y depure responsabilidades. Se trataba de frenar la escalada de agresiones y amenazas personales protagonizadas por los descerebrados de siempre, que al día siguiente de hacerse pública la noticia atiborraron la ciudad deportiva del Betis de pintadas denigrantes alusivas al presidente Lopera, además de amenazar su integridad física. Y todo por un rumor de humo
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