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Entrevista:

"La decisión de qué campos se priman en ciencia es política"

El estadounidense Nathan Rosenberg, experto en historia de la tecnología, rememora la época en que los científicos de su país se ganaban el nombre tras pasar por prestigiosos centros de investigación europeos. Pero eso fue antes de la II Guerra Mundial. Hoy pasa al revés, y de este cambio la industria europea es al mismo tiempo culpable y víctima, según este experto. Rosenberg es profesor del Departamento de Economía de la Universidad de Stanford y colabora con el Comité Asesor de Ciencia y Tecnología del presidente de EEUU. Durante su intervención en unas jornadas sobre ciencia y desarrollo organizadas la semana pasada por la Fundación Ciencias de la Salud, en Madrid, resaltó el papel de las universidades en el desarrollo tecnológico -y económico- de EEUU.Pregunta. ¿Cree que la industria europea se resentirá porque jóvenes investigadores se queden en Estados Unidos?

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Respuesta. Por supuesto, eso es un problema para cualquier país que quiera progresar en el campo de la alta tecnología, lo que implica progresar en lo económico. Pero es lógico que los jóvenes no quieran volver si fuera encuentran mejores oportunidades de trabajo y mejores salarios. Se podría argumentar que la propia industria es el problema: no es lo bastante competitiva para atraer a los más preparados. Más de la mitad de los ingenieros en EEUU son extranjeros, y muchos se establecen allí porque las oportunidades económicas son mejores. Por supuesto que EEUU se beneficia.

P. Usted ha dicho que el auge de las universidades en EEUU fue posible gracias a una importante inyección de fondos públicos.

R. Tras la II Guerra Mundial hubo un renacimiento gracias a los fondos federales, con un decidido apoyo del Gobierno. Eso permitió que las universidades respondieran más rápido que en otros países a las nuevas necesidades. Las universidades han sido siempre muy sensibles a las necesidades económicas y han hecho aportaciones muy importantes para el desarrollo tecnológico, lo que ha contribuido a crear empresas y abrir nuevos mercados.

P. ¿Cree que los Gobiernos deben dar más dinero a las universidades?

R. El dinero se da a científicos individuales que presentan un buen trabajo, no a la universidad. Y las peticiones de los científicos se someten a revisiones muy rigurosas.

P. ¿Qué opina del quinto Programa Marco europeo?

R. Me preocupa que el dinero de toda Europa lo distribuya una sola agencia central, desde Bruselas, que es imposible que sepa muchísimo sobre lo que pasa en cada país. Creo que está claro que este dinero se concede no sólo en función de la calidad de la investigación que se propone, sino muy a menudo con criterios de equidad o de que los países más pobres obtengan fondos para investigar. Esto es perfectamente razonable siempre y cuando se mantengan criterios de investigación altos. Pero me preocupa que una porción significativa de dinero vaya a centros que simplemente no están preparados para gastarlo inteligentemente. No digo que esto sea un hecho, sólo que me preocupa. P. ¿Habla de este programa marco en concreto?

R. No, hablo de los programas marco en general. Estoy en contra de tanto centralismo. El sistema americano de fondos para la investigación lo ha hecho tan bien en gran medida porque ha sido descentralizado, porque las universidades han tenido un alto grado de libertad para decidir en qué campos querían especializarse, qué salarios pagaban...

P. ¿También a la hora de decidir qué líneas de investigación deben primarse? R. Esa decisión sí es política. ¿Debemos dedicar más dinero a salud, o a... antropología física? Los Institutos Nacionales de Salud de EEUU tienen el mayor presupuesto de investigación del mundo: 15.000 millones de dólares al año; y eso no sería así si no quisiera la gente. La población americana envejece y desea gastar dinero en investigación relacionada con la salud. La decisión de qué campos deben ser primados es política, pero quién debe hacer esa investigación debe decidirlo sólo el mundo académico.

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