Ya está bien, Alfonso Guerra
Soy militante de base del partido socialista desde hace 22 años. He vivido toda su historia reciente, nunca he pertenecido a familia alguna excepto la mía propia, jamás he aceptado la imposición irracional de nadie, y he tratado, dentro de mis posibilidades, de impulsar la democracia interna en el partido como condición indispensable para evitar los abusos de poder y la corrupción moral consecuente. En estos momentos, como tantos socialistas, me encuentro alejada del partido y dedico mi tiempo libre a trabajar en movimientos sociales.Desde esta posición observo con perplejidad los movimientos, declaraciones y contradeclaraciones de Alfonso Guerra. Cualquiera que lo oiga tendría la impresión de que es ajeno a la situación actual del PSOE. Si las energías que derrochó en evitar que gente honesta saliera en la foto las hubiera dedicado a vigilar de qué forma se estaban gestionando las instituciones y el porqué del enriquecimiento patrimonial de algunos de los que estaban al frente de éstas, ahora no estaríamos acusados de corrupción o de abuso de poder.
La responsabilidad que el partido le había asignado a Alfonso Guerra era precisamente velar por la gestión honesta de las instituciones que los ciudadanos con su voto nos habían confiado. En el partido, las decisiones las tomaban él y cuatro más, precisamente en la mesa camilla que él inventó. Y para gobernar las instituciones, el criterio que más valoró fue el grado de sumisión que los aspirantes le tuvieran a él. Es una ironía que mientras ahora Felipe González asume su responsabilidad política, él mire hacia otro lado y pretenda manejar de nuevo la organización.
Si a pesar de la responsabilidad que le corresponde y no asume, pretende liderar un grupo de militantes, los estatutos del partido le permiten crear una corriente interna, como lo hizo en su día, lealmente, Izquierda Socialista. Hay que actuar respetando la legalidad interna y con los apoyos que realmente se tengan.
Y finalmente, como se puede fácilmente deducir, yo no estoy de acuerdo con las declaraciones públicas de Alfonso Guerra. Si había más aspirantes para ser candidatos a la presidencia del Gobierno, que se hubieran presentado a las elecciones primarias. Como no lo hicieron, el candidato, legítimamente, habiendo dimitido el primero, es el siguiente. Y esto es así en cualquier elección. No se convocan elecciones municipales en ninguna ciudad porque haya dimitido el alcalde o un concejal, sino que ocupa su lugar el siguiente en la lista, y en este caso el siguiente se llama Joaquín Almunia.En cuanto a convocar un congreso extraordinario, no parece razón suficiente el que sus aspiraciones no fueran colmadas en el último congreso.-
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