Narices
Resulta estremecedor que, con la que está cayendo sobre el personal más abandonado y utilizado del momento histórico actual -hállese en campamentos provisionales o en pudrideros inamovibles-, con las amenazas de enfermedades y hambrunas que se ciernen sobre los unos y las certezas de lo mismo que atenazan a los otros... Resulta estremecedor, decía, que dos llamados médicos norteamericanos, los tales Alan Hirsch y Charles Wolf, hayan dedicado parte de su tiempo y del dinero ajeno a estudiar si es cierto que, cuando mentimos, nos crece la nariz. Este par de gilipollas han llegado a la conclusión de que el esfuerzo de mentir hace que los vasos sanguíneos se llenen de sangre, con la consiguiente hinchazón. Lo cual no sería raro, dado que a algunos hombres incluso se les dilata el miembro cuando, teniendo ganas de follar, lo que hacen es mentir para convencer a la otra parte. Incluso yo, creo recordar, sentía crecer mis labios exteriores mientras decía, para un aliño temporal, aquello que nunca sostuve: "Te querré siempre".Lo que resulta del todo inadmisible es que semejante afrenta a la investigación médica seria encuentre eco en los periódicos. Estas memeces se publicaban mucho en los días del Movimiento, pero con mejor criterio: generalmente bajo el epígrafe Miscelánea y junto a la foto de una miss en bañador. Nunca en secciones sensatas.
Servidora, sin títulos y casi sin nariz, acaba de descubrir una nueva y aplastante necedad científica que merece ser comunicada del mundo a sus confines: cada vez que escribo 300 folios seguidos en un ordenador compacto se me hinchan los tendones. Propongo el siguiente titular: "La literatura autobiográfica inflama los tendones".
Verdaderamente, algunos médicos harían mejor en rascarse los mismísimos.
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